Leonardo Sanhueza: “Ningún poema ha movido más la conciencia colectiva que la bomba atómica”
Galardonado recientemente con el premio Manuel Acuña de Poesía 2015, Leonardo Sanhueza es uno de los escritores más sobresalientes de su generación, y una de los poetas más importantes de la actualidad. Su obra ha transitado tanto los derroteros de la narrativa como del periodismo. Desde muy joven, este autor, heredero de las voces más significativas de la poesía chilena, ha sido galardonado con diferentes premios, entre los que destaca el premio Premio Pablo Neruda 2012. Durante su visita a México para recibir el premio que otorga el gobierno de Coahuila expresó que su cercanía con nuestro país está basada en la música mexicana. Leonardo Sanhueza conversa con Terceravía.mx para hablar de la poesía “el más cretino de los dorados”.
La literatura “es el más cretino de los dorados”, así describió usted la aventura literaria en 2012 para agradecer el premio Pablo Neruda que recibió. ¿Qué piensa de la poesía en particular?
Esa idea de la literatura considerada como una “quimera tonta” apunta a ciertos espejismos que proyecta. Es una trampa en la que es muy fácil caer, porque a menudo la literatura parece tener una función redentora, en circunstancias de que sus puntos de partida y de llegada son más bien un fracaso. Y, bueno, en el caso de la poesía, hay una exacerbación de esos espejismos o autoengaños. Eso es peligroso, pero a la vez necesario, porque esa misma estupidez, esa tontería, quizás sea una recuperación de la inocencia, que es muy importante, algo así como la médula del hueso.
De la ciencia a la poesía… su vida transcurrió de una a la otra. Recuerdo una frase de un poeta mexicano (Ramón Martínez Ocaranza) que dice: “Arquímides lloraba porque una palanca no le servía para mover la conciencia…”
O tal vez no lloraba por la inutilidad de la palanca, sino por la falta de un punto de apoyo. No soy tan drástico en esa separación que se suele hacer entre la ciencia y la poesía en función de sus vínculos con la conciencia colectiva. Ningún poema ha movido más esa conciencia que la bomba atómica, por ejemplo.
Este año ha ganado dos premios importantes, uno en novela y otro en poesía. También es editor y periodista ¿En qué terreno se siente más cómodo?
Bueno, una cosa es la literatura y otra el trabajo. En cuanto a los géneros literarios, en ninguno me siento más cómodo o incómodo que en el otro. Es más, la comodidad es un enemigo de la literatura y, por otro lado, sería muy difícil escribir algo sin disfrutarlo, por extrañas que sean las formas del placer al escribir.
A lo largo de su trayectoria ha ganado muchos reconocimientos. ¿Cómo se siente al ser un escritor tan galardonado?
No tengo un sentimiento al respecto. Los premios duran lo que dura la premiación y ya está. Y a otra cosa, mariposa.
¿Los premios cambian la escritura?
No veo por dónde podrían cambiarla. En el escritorio, como en la guerra, no valen de nada las medallas.
No se considera discípulo de Parra pero sí antinerudiano…
¿Quién dijo que yo era antinerudiano?
Acaba de venir a México a recibir el premio Manuel Acuña, en su discurso dijo que con Acuña “hay una casualidad que puede considerarse premonitoria”. En su último libro ‘El hijo del presidente’ uno de sus personajes lee un poema de Acuña antes de morir. ¿Las premoniciones existen en su poesía?
Claro que sí, sólo que están al revés, apuntando al pasado.
¿Qué piensa de la poesía mexicana?
No sé, sería injusto decir algo así a la rápida. Es muy diversa como para “pensar” algo de ella en general, pero además la conozco de manera insuficiente y lo que conozco son poetas que han representado cosas diferentes según la edad en que los he leído. En mi mapa de la poesía mexicana han ido entrando poetas a los que aprecio por razones que van desde la admiración más fanática hasta el mero qué sé yo por qué. Lo que sí puedo decir es que ese mapa caprichoso ha sido muy importante para mí, porque en él hay poetas que por angas o mangas me ampliaron el horizonte o simplemente me tocaron la oreja, poetas tan distintos entre sí como Juan José Tablada, José Carlos Becerra, Gerardo Deniz o José Emilio Pacheco, y para qué mencionar a Octavio Paz, de quien todavía no sé si decir que me interesa muchísimo o que me produce la más completa indiferencia. Por lo demás, mientras pienso en esos poetas muertos, me pregunto qué hacer para embutir en ese panorama a los poetas vivos, a los poetas mexicanos de mi edad, por ejemplo, y me pregunto si eso de las tradiciones nacionales no es una tontería a la que ya va siendo hora de pegarle un cortinazo fatal como de botillería que cierra justo cuando uno va a comprar la última botella de la noche. Por lo demás, ¿qué hacemos con Sor Juana? ¿Es poesía mexicana o española? Y, ya que estamos, ¿qué hacemos con Juan Rulfo?
¿Cómo en su relación con México?
Fantástica y ultrarrealista.
¿En qué proyecto de escritura está trabajando actualmente?
En ninguno en particular.
Recuerdo uno de sus versos “ La tarea del azar consiste en construir buenos refugios”,¿ la poesía será un refugio para la violencia que vivimos día con día en el mundo?
No. Ojalá que no. La poesía no tiene cómo ser refugio de nada. Por el contrario, la poesía es pura intemperie. Y además, mal que nos pese, esa violencia de la que hablas viene en buena parte de la poesía.