Caro Data Vermibus: El cadáver etimológico de un Santo
El cadáver de San Isidoro de Sevilla —el primer filósofo medieval—, reposa en un sepulcro (en la Basílica de San Isidoro de León) donde se puede leer la siguiente inscripción: Caro Data Vermibus. Esta misma frase —se dice que— antiguamente los romanos solían inscribirla en sus propios sepulcros, sin embargo, no existe prueba alguna de esta aseveración, pues en los cientos de inscripciones romanas que se conservan, en ninguna aparece esta poética.
San Isidoro, obispo de Sevilla, es sin lugar a dudas uno de los más eminentes españoles, considerado por los historiadores como “el más importante español de toda la era que transcurre entre la caída de Roma y la invasión musulmana en la península”. El santo de Sevilla, fundador del imperio español, criado bajo las calamidades de la violenta disputa por el reino, advirtió que la Iglesia Católica tenía muchos defectos y pocas virtudes. En 598 (siglo VI) Isidoro atestiguó una noticia increíble, en el Consejo católico de Toledo el rey Recaredo —apenas convertido al catolicismo— anunciaba que la religión católica era la base para la unidad de su pueblo. Sin embargo, entre los defectos del catolicismo estaban la falta de la lengua y el derecho que le diera estructura a la Iglesia en España. Por tal motivo, el joven sacerdote Isidoro decidió dedicar su vida a restituir la ley y el lenguaje a los dominios eclesiásticos —además de políticos—.
Todo estaba en contra de esta misión intelectual. Isidoro tenía ante sí una sociedad cadavérica y agonizante, “infantil y salvaje” como señala el historiador español Marcelino Menéndez y Pelayo. Pero el santo de Sevilla se propuso “educar a los bárbaros”, así lo describe Carlos Fuentes en El espejo enterrado. Con su libro Origen de las etimologías tuvo en sus manos la oportunidad de restaurar el sentido, que poco a poco se iba perdiendo, del lenguaje. Aclamado por mártires cristianos y reyes de corona ensangrentada, como el primer español por derecho de pensamiento, san Isidoro no sólo restauró el lenguaje de un pueblo sino que también logró restablecer el pensamiento de toda España, porque sin lenguaje no hay pensamiento.
Una de sus etimologías más famosas, y quizá la más controvertida, es la que pertenece a la palabra cadáver, que viene de la inscripción en latín de Carne dada a los gusanos (Caro Data Verbimus), acrónimo que para muchos es una fantasía. Quienes aseguran que tal etimología peca de fantasiosa, rechazan que tal etimología aparezca en el libro de san Isidoro y suelen citar el siguiente pasaje, que es el que aparece en la entrada de cadáver:
Omnis autem mortuus aut funus est, aut cadaver. Funus est, si sepeliatur. Et dictum funus a funibus accensis, quos ante feretrum papyris cera circumdatis ferebant. Cadaver autem est, si insepultum iacet. Nam cadaver nominatum a cadendo, quia iam stare non potest.
“Todo muerto es llamado funus (inhumado) o cadáver. Funus son aquellos, a los que se les ha hecho un funeral y han recibido sepultura. La palabra funus viene de la ceremonia de quemar las sogas (funibus) hechas de papiro y cera que rodeaban los andas (ó angarrillas = feretrum) que se usaban para transportar a los muertos. Cuando el cuerpo no está sepultado se llama cadáver. La denominación de cadáver es de cadendo (cayendo), debido a que ya no puede estar de pie.”
Se desconoce el pasaje real de donde se tomó el acrónimo que resultaría en la palabra cadáver, sin embargo, esta idea no sólo es fantasía sino que es poética, y por ende, resulta de una belleza sin igual. Es mejor seguir creyendo en la fantasía que apostar a las verdades suicidas del mundo real.