Cupido, de oferta

Se inyectan Asteroides es una columna de Emmanuel Medina @emmanuelmedina


En las horas que transcurren, año con año, en esa fecha infausta llamada “San Valentín” no hay nada más cercano que dejarse envolver por las míticas líneas del poeta José Gorostiza, aquellos que rezan con suave prosa: “Tiene el amor feroces / galgos morados / pero también sus mieses / también sus pájaros”.

Gorostiza, quizás, era un adivino y percibía un futuro donde las calles del Centro de cualquier población mexicana, desde capitales hasta pueblitos perdidos en Michoacán o Puebla, se atestan de peluches, descoloridos, de rojos casi anaranjados, mustios, que dicen “I Love Youuu”, a 20 la pieza; mientras estudiantes de secundaria, de uniformes ocres, sudorosos, de un temprano calor de febrero, se buscan en la bolsa las monedas para completar el regalo, con una rosa a la que le urge un vaso de agua y una erección, nomás de imaginar las mieses, y los pájaros, por supuesto.
El suyo, al menos, buscando nido.
Aunque apenas tenga 14 años.

Hay regalos más de moda, como los monos Funko y los ves en las papelerías, mientras jovencitas de la Prepa Abierta y que trabajan, medio tiempo, en zapaterías o paleterías La Michoacana, preguntan por el “Stitch” o el “Mandalorian”, para sorprender al galán, con el detallito que el aludido pondrá en la cabecera de su cuarto, mientras piensa en ella, al chatear cada noche, en el “Wass”, antes de soltar sus mieses, solitario, mientras busca cómo convencerla de llevarla a un cuarto alquilado y no tener que aliviarse solo.
Maldito 14 de febrero que cayó en viernes: la líbido cuesta más caro ese día.

En las plazas comerciales, galletas decoradas con azúcar glass chillante, se venden en 30 pesos, ¡cada una!, cuando, maldito el amor que nos rompe la cartera, puedes comprarte unas tristes galletas “María” en 10 pesos el paquete, si caminas una cuadra, al Oxxo más cercano: pero eso no sería amor, sería miseria; o globos de corazones atravesados por flechas o peluches, marca Disney, original, del Ratón Mickey, en Islas de regalos que aún huelen a Navidad y se llenan de compradores, en las tardes del día dedicado a Eros, preparando el detalle que mandarán en Uber, temprano, como pájaros de adviento, para anunciar que los galgos del deseo se esconden en cada detalle, en cada beso furtivo, en cada canción de Billie Elish, si eres cursi, pero viajado; o de Cristian Nodal, si lo que quieres es recuperarla, después de fajarte a la otra, que sale más barata.

Pero donde habitan los feroces perros, esta tarde, son en los moteles de calidades variadas que hacen su Navidad, justo cuando la primavera empieza a asomar sus narices. Gorostiza se sonrojaría de los ritos que sólo pueden durar una hora, por la larga cola que se hace, para honrar a un santo, Valentín, sacrificado, en nombre de un amor no correspondido, mientras ellas, ellos, no alcanzan a quitarse calcetines negros, de furibundo color Godín; ellas, las pantimedias de estreno, y piden, al cuarto, dos cubas rebajadas. Y se buscan los cierres,, los pliegues, las bocas, las humedades, los recovecos, que ese día, ¡oh, diosa sincera de los mortales orgasmos!, saben más sabroso.

Luego, los más, los solitarios: aquellas, aquellos a quienes los galgos morados les muerden el corazón, el alma esparcida en rosas que no mandan, en chocolates que no reciben, en memes que se reenvían, de burla, de que están “friendzoneados”, y que el amor no es necesario “demostrarlo un día” y piensan en pieles, en lunas de miel en playas improbables, en los mismos moteles ocupados o en cuartos, con olor a cerveza.

De los matrimonios mejor ni hablar: han pasado los años y sólo conviene prender la tele y suspirar, intervalo de caricias tenues y mejor dormirse temprano. Los niños se tienen que ir a la escuela.

“Tiene el amor feroces / galgos morados / pero también sus mieses / también sus pájaros”: nada de eso parece tener sentido ya.

Sólo la muerte sin fin que evoca Gorostiza.

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