Ser porro: así se vive dentro de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM

Cuatro personas que formaron y forman parte de grupos porriles en las escuelas de nivel bachillerato de la Ciudad de México cuentan detalles sobre sus métodos de captación, actividades diarias y relación con autoridades. Estas perspectivas nos permiten entender un fenómeno que lleva décadas permeando a las comunidades estudiantiles de la capital.   

Texto: Yair Hernández / @YairHernandezC


Lo ocurrido el pasado lunes 3 de septiembre frente a la Rectoría de Ciudad Universitaria (CU) – el ataque de diversos grupos porriles a una protesta pacífica conformada por varias centenas de escolares provenientes de CCH Azcapotzalco y CCH Oriente – cimbró no solo a los alumnos de los planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sino a toda la comunidad estudiantil de la capital.

La respuesta de las autoridades de la UNAM ha sido la identificación y posterior expulsión de algunos porros responsables del ataque – van más de 30, algunos vinculados a proceso jurídico por lesiones y motín –, pero esto no ha bastado para que los reclamos de los estudiantes en pos de seguridad se dejen de escuchar.

Es una pugna que va para largo pues estos grupos de choque están inmersos en casi todos los planteles de la UNAM y de otras escuelas, por lo que sancionar a 30 o 40 integrantes no mermará sus estructuras. Además, que se les expulse no garantiza su distanciamiento de los planteles; muchos grupos se reúnen en lugares aledaños a los institutos sin necesidad de poner un pie dentro de las aulas.

Por eso, para ejercer medidas que ataquen la raíz de los grupos porriles, es vital conocer cuántos hay, cómo se organizan, qué métodos de captación utilizan, cómo estructuran sus jerarquías, qué actividades realizan cotidianamente, sus alianzas y enemistades, y cómo se relacionan con autoridades tanto de los planteles como del gobierno. A continuación se da respuesta a algunas de estas interrogantes gracias a cuatro testimonios de jóvenes que en algún momento se identificaron o actualmente se identifican como porros.Cabe señalar que se modificaron sus nombres por su seguridad.

Casi porro

“Solo quería echar desmadre un rato con ellos; tener esa experiencia de convivir y saber un poco de los porros”, cuenta SJ sobre la etapa bachiller en la que frecuentó al grupo porril GPA.

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GPA son las siglas con las que se identifica el Grupo Pedro de Alba, comunidad perteneciente a la prepa número 9 de la UNAM, recinto ubicado en la zona norte de la Ciudad de México.

“Me tocó ver y  estar en una ‘fila india’ para los nuevos. Después les dieron su jersey”. Aunque él no se integró formalmente al grupo, su cercanía con algunos miembros lo llevó a ser parte de varias actividades como fiestas motivadas por el aniversario de alguna organización porril donde “hay música, alcohol, drogas, baile, porras, slam… el fin es pasarla bien con la banda”.

Me tocó ver y  estar en una ‘fila india’ para los nuevos.

Para ser miembro oficial SJ hubiera tenido que pasar por una de estas filas – todos los integrantes del grupo forman un pasillo que el aspirante recorre mientras recibe golpes – y pagar su jersey – entre $300 y $500 – que previamente tendría que  haberse ganado “asistiendo a los eventos y viendo que jalaba con la banda”.

El dirigente, encargado del grupo al que a veces se elige por ser el “que más jala, el que está más metido en el pedo”, avisaba de los eventos, qué grupos porriles encontrarían ahí y cómo sería la ruta. Lo que SJ nunca presenció fue un choque con los “enemigos”: el Politécnico.

Tampoco le tocó recibir dinero pero supo de miembros que sí obtenían efectivo, supone que de parte de organismos importantes: “Había comunicación entre políticos y porros”.

Otro aspecto al que no le entró fue a ‘talonear’ (exigir dinero por lo regular a estudiantes de nuevo ingreso), pero afirma que esta práctica tiene la función de “intimidar y dar cierta imagen al grupo porril”.

¿Qué imagen?

“Ser grandes en número y  vivir la vida loca”, afirma el ahora tesista de la Facultad de Química que cortó su relación con el GPA al salir de la Prepa.

Porra

“Me acuerdo que las primeras veces los veía como se reían, como bromeaban, y yo era así de: ‘Se ve que son buena onda’. Pero todo el mundo les tenía miedo”. Ésta fue la primera impresión de M sobre los porros de su escuela.

Cuando los conoció ella cursaba su primer año de bachillerato: “Me trataba de integrar pero a veces me hacían caras, por ejemplo: cuando intenté hablar con una chava fue difícil porque sus ideas eran diferentes y en lugar de respetar las mías las intentaba cambiar. Desde ahí traté de dejar de hacer amigos y dedicarme a estudiar, pero siempre hace falta esa parte del desmadre, estar cotorreando, salir a fiestas”.

Por eso decidió acercarse a esa comunidad que veía reunida afuera de su plantel a la hora de la salida. Lo primero que hizo fue hablar con una integrante, compañera de turno, a la que le preguntó cómo estar con ellos. Ella le explicó y la invitó a acercarse. M accedió.  


Sus primeras semanas como “alineada” fueron agradables. M sintió que “las personas que estaban ahí eran más similares a mí en muchas cuestiones, tanto en problemas que podían tener como en su forma de ser. Me di cuenta que sí encajaba”.

Luego llegaron las fiestas donde “te ponen las cosas en frente pero tú decides si le entras o no. Para pronto: ni siquiera te las ofrecen; tú ves que se están drogando, están tomando, y, si quieres comprar tus cervezas, si te quieres drogar, compras tu cerveza o te drogas y ya“. En estas celebraciones M se limitó a tomar un par de tragos, bailar y echar goyas.

“Tú ves que se están drogando, están tomando, y, si quieres comprar tus cervezas, si te quieres drogar, compras tu cerveza o te drogas y ya”
Al poco tiempo le informaron que se tenía que ´novatear’ para oficialmente formar parte del grupo y recibir su jersey. Ella quería la prenda y aceptó pasar corriendo entre una fila de chicas que la golpearon.

A partir de entonces las cosas se complicaron: tras recibir trato preferencial de parte de su dirigente después de ayudarlo en una pelea, la envidia afloró en otras mujeres del grupo.


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Después, M tuvo dificultades para ir a algunas fiestas y por cada falta la comunidad la sometió a “un 13”: recibir golpes de todas las chicas durante 13 segundos. Su tercera golpiza terminó mal: “Mi tabique se desvió un poco, tenía los ojos morados, me dolía mucho la espalda y no me podía poner de pie. Yo siempre me había portado muy hermana con todos y se me hizo mala onda que nadie pudiera decir: ‘Güey, no manches, dale chance’’’.

A partir de este suceso la participación de M se volvió esporádica. Entonces, cuando se enteró que llevaba un bajo rendimiento en el ciclo escolar y que tenía que recursar algunas materias, decidió dejar definitivamente al grupo para enfocarse en la escuela. Se los comunicó.

La respuesta le resultó exagerada: para salir tenía que pagar 5 botellas, un cartón y regresar el jersey. “Yo me puse en mi plan de: ‘Ni les voy a pagar porque entré sola, nadie me metió, y pagué por él (jersey)’. Pero fue el peor error que pude haber cometido porque ahí empezó todo el infierno”.

El infierno: amenazas y acoso en forma de una chica que la seguía por toda la escuela. Sus papás y su entonces novio, integrante de otro grupo porril, tenían que ir por ella a la salida de clases.

El punto cumbre de esta situación ocurrió cuando golpearon a su pareja mientras éste la esperaba afuera del plantel. “Entre 4 o 5 chavos lo empezaron a agarrar a golpes. Yo estaba haciendo un extra y llegó un chavo al salón para decirme: ‘Dice el abogado que salgas’. Esa fue la primera desilusión que me llevé de las autoridades de la UNAM: salí, vi al abogado ahí parado como tonto y no hizo absolutamente nada, lo único que hizo fue decirme: ‘Éstas son tus consecuencias’. Cuando lo dejaron de golpear el abogado se negó a dejarlo pasar al plantel”.

Luego de hablar y llevar a sus papás para proceder ante la golpiza de su pareja – que resultó contraproducente pues a M le impusieron una baja por 6 meses -,  M dejó el plantel, entró a una escuela privada y se refugió en la comunidad de la que era parte su novio: el grupo 3 de Marzo, de CCH Vallejo.

“Nos la debe”, fue la amenaza que hizo su ex grupo porril cuando la vieron en una fiesta con la comunidad 3 de Marzo. Pero estos respondieron: “Ustedes la tocan y tocan a todo Vallejo”. Así se apaciguaron las cosas.

El lapso que M pasó con el grupo de Vallejo resultó más tranquilo: la comunidad –que recuerda eran entre 35-40 personas – la trató como una más aunque fuera externa y al salir para enfocarse en su carrera universitaria no recibió ningún tipo de amenaza o exigencia. De esta segunda etapa porril resalta un suceso: “Cuando destruyeron toda la radio Regeneración fue porque antes los activistas, a los que llamamos mugrosos, empezaron a agredir. Había un chavo al que le decíamos Taco que estaba caminando por Regeneración, entonces uno de los chavos de ahí dijo que Taco lo intentó robar y los chavos de Regeneración se le fueron con todo. Recuerdo que ese día lo llevaron (a Taco) a la Cruz Roja. Los conflictos entre activistas y porros siempre han sido así”.

Porro

“No me arrepiento del todo. La verdad es que viví muchas cosas padres: la adrenalina, el cotorreo, las amistades y pues de todo se aprende”, confiesa J sobre la etapa – del 2011 al 2015 – en la que formó parte de un grupo porril de la UNAM.

J entró a esta asociación debido a un sentido de pertenencia: “Quería ser parte de algo”. Tras identificar a varios chavos que se reunía cerca de su plantel y portaban jerseys, decidió contactar a uno de ellos a través de Facebook. Éste de inmediato lo invitó a beber para platicar.

“Alcohol, drogas, desmadre, madrazos, partidos, juntas y muy probablemente trabajar en algún puesto de gobierno” fue el menú de que le ofrecieron a J durante esa primera charla. Por eso no dudó en unirse a los aproximadamente 25 chicos y chicas que durante los aniversarios convocaban a casi una centena de personas.

Para ser parte del grupo se enfrentó a una ‘fila india’ de puños y patadas: “La cantidad de gente (que golpeaba) dependía de cuantos fuéramos a las fiestas”.

Estas filas también se usaban como castigo cuando alguien no llevaba más gente – “Dependía el dirigente: algunos te pedían 5 al mes, otros con que llevaras a uno” –, no iba a una fiesta o no iba al partido. Los recursadores a veces recibían la sanción de ser vestidos con prendas del sexo opuesto.

Dentro del grupo, J reconoció alianzas con otros planteles: “Nosotros éramos parte de la alianza universitaria que eran CCH Oriente, Azcapo (solo una comitiva), Vallejo (Rex, Oro), Naucalpan, Prepa 10, Bacho 5, FES Aragón y otras escuelas que no recuerdo. Pero eso fue solo un año; cambiaban las cosas constantemente”.

Los recursadores a veces recibían la sanción de ser vestidos con prendas del sexo opuesto.

Lo que sí estaba fijo era la reacción ante el huelum, la porra de los grupos pertenecientes al Instituto Politécnico Nacional: “Sabías que había valido madre y escuchabas un: ‘¡Ya valió verga banda, con huevos!´. Luego se oían los petardos y muchos corrían, otros se quedaban, algunos nos aventábamos a los golpes, otros con cinturones y piedras. La adrenalina estaba a todo lo que da. Eso pasaba mínimo una vez en el ciclo escolar. Solo podías escuchar uno (huelum) con calma cuando había intercambio de banderín”.

Al entrar al FES Cuautitlán, J comenzó a distanciarse del grupo porril hasta que dejo de convivir con ellos. “La mayoría entramos por ser parte de algo, pero te encuentras de todo: desde el chavo que su sueño es estudiar medicina y ser muy bueno, hasta el güey que de plano su pasión es drogarse, robar y vandalizar. Conocí a dos personas: una era un abogado como de 50-60 años; lo recuerdo mucho porque lo primero que me dijo fue: ´Primero está la escuela y después la banda´. El  otro, un ratero de unos 40 años, me dijo: ´No dejes la escuela, yo lo perdí todo por este desmadre´”.

Guinda y blanco

“Los directivos tienen perfectamente identificados a los miembros del grupo pero no hacen nada ya que, cuando el estudiantado se sale de control, hablaban con nosotros para tranquilizar a los alumnos ya sea amenazándolos o golpeándolos”, reconoce MA.

MA es parte de una organización porril del CECyT 8 “Narciso Bassols”, plantel perteneciente al Instituto Politécnico Nacional.

Lo que convenció a MA de unirse a este grupo fue el ofrecimiento de ayuda para pasar materias, pues “tienen paro con profesores y con directivos de la escuela. También me uní porque me ofrecieron trabajo; en ese entonces eran épocas de campaña para elegir delegado en Azcapotzalco y necesitaban gente que repartiera propaganda y que estuviera en sus asambleas”.

Algunos grupos “tienen paro con profesores y directivos” para pasar las materias

Sus primeras actividades fueron las juntas semanales en las que decidían las acciones venideras: “Las primeras juntas del año eran para elegir dirigencia y al grupo que se dedicaría a la venta de dulces dentro de la  escuela ya que nosotros teníamos todo el control sobre eso, así mismo la venta de drogas y las famosas rentas (talonear), que eran por lo regular los viernes para conseguir para el bajón: en menos de dos horas llegábamos a conseguir de 800 a 1000 pesos entre 5 o 6 güeyes. El que no quería dar pues le tocaban unos putazos o la famosa bascula”.

En épocas de exámenes conseguían algunas pruebas, proporcionadas por los mismos maestros, para venderlas. También llegaron a cobrar renta por el uso de canchas y de mesas de la cafetería.

Quienes orquestaban todo esto eran los dirigentes, que se categorizan en externos e internos. “Los externos son aquellos que se les conoce como antaños, personas ya mayores que salieron hace mucho de la escuela pero siguen perteneciendo y solo van 1 o 2 veces a la semana a recoger las cuotas o ver qué ha pasado. Por lo regular son 2 o 3 externos. Para llegar a ser un dirigente interno tienes que estar inscrito al plantel y hacer méritos – bajar a juntas, estar disponible para las fiestas, enfrentar a otras escuelas y reclutar chavos – ya que los externos escogen año con año. En su mayoría son los miembros que ya van en quinto o sexto semestre”, cuenta MA.

Esta jerarquización es vital, pues, al estar relacionados con movimientos políticos, es necesario mantener un orden y tener claro a quién obedecer: “Muchos candidatos y partidos políticos utilizan a estos grupos para, como te repito, repartir propaganda, colgar lonas, ir a sus eventos y apoyarlos en cualquier situación que requieran; estuvimos con candidatos del Partido Verde, de Morena, del PRD y del PAN. También acudí a 2 informes de gobierno de Miguel Ángel Mancera y a muchos eventos, obviamente como estudiante. Lo que muchos de ellos nos daban a cambio era dinero o un lugar dónde pudiéramos hacer nuestras fiestas sin que las cancelaran”.

Cabe señalar que MA salió hace tiempo del bachillerato pero todavía acude a las fiestas y aniversarios del grupo. Es lo que se conoce como un “antaño”.

Apuntes a futuro

“No creo que puedan erradicar el porrismo de las escuelas ya que es un mal necesario para las mismas; lo vimos en esa entrevista de lo que paso en la UNAM donde un supuesto dirigente de CCH Azcapo le dice al periodista que ellos fueron mandados desde arriba por órdenes de autoridades superiores. Eso es verdad: a nosotros nos utilizaron para la movilización del 2014 cuando hubo paro en el IPN, tuvimos gente infiltrada en las asambleas para informar todo lo que pasaba, en los comités y cuidando que los estudiantes no se salieran de control”, manifiesta MA.

“A nosotros nos utilizaron para la movilización del 2014 cuando hubo paro en el IPN”

M piensa que “más que la culpa sea de uno o de otro, yo que lo estoy viendo desde afuera, que conozco las dos partes porque te digo que traté de encajar en ambos lugares, veo que los activistas siempre van a estar a la defensiva y los porros siempre va a representar delincuencia, movimientos pagados, grupos de choque. La gente los sataniza. Creo que no se debería perder de vista que existe culpa de los dos lados. El hecho de que la gente los vea (a los porros) como los malos es porque portan el jersey; un activista, a los ojos de las personas, siempre lucha por los derechos, por el bien de una comunidad estudiantil, aunque no sea así. Son la misma cosa solo que unos se ven más bonitos que otros. Entiendo lo que la comunidad universitaria pide: que se vayan los porros, pero no se ponen a ver que los activistas venden drogas, secuestran espacios… Si desaparecen los grupos porriles creo que también deberían desaparecer los activistas. En cuestión de medidas creo sería buena la implementación de más seguridad en Ciudad Universitaria. No creo que la solución sea pedir que se erradiquen estos grupos porque han formado parte de la Universidad desde que ésta se hizo”.

“No creo que desaparezca el porrismo, al menos no en un futuro inmediato. Bajará, sí, bastante, pero en algún momento volverá a subir”
Por su parte, a J le dio “mucho coraje” lo ocurrido en la UNAM: “Hasta ese momento solo sabía que la marcha era por lo de la chica de CCH Oriente, por lo tanto la apoyaba. Después me enteré que también era por lo de CCH Azcapo, entonces no encontré el sentido del ataque. Sigo sin encontrar la razón del porqué irlos a agredir; se dice que les pagaron y no lo dudo, pero les pagaron a los de arriba y los que fueron a pegar no recibieron nada, absolutamente nada a cambio. Fueros simples borregos. Me da coraje el que no se detuvieran a analizar un poco lo que estaban por hacer y todo lo que esto iba a traer consigo. No creo que desaparezca el porrismo, al menos no en un futuro inmediato. Bajará, sí, bastante, pero en algún momento volverá a subir, es como una montaña rusa. Como te lo dije: muchos entran por el alcohol, las fiestas, etcétera. No los van a dejar desaparece hasta que de plano sean algo inútil para la gente que los ocupa”.

SJ secunda lo anterior: “Es posible (que desaparezcan) aunque lo veo difícil por todos los intereses que los rodean. Es más cosa de los directivos pues los porros solo son peones que reciben órdenes, protección e incentivos por sus labores. Existirán porros mientras haya personas que los requieran. Me intriga las medidas que vaya a tomar el rector y la UNAM después de todo lo sucedido pues para erradicarlos por completo debe haber todo un movimiento de cartas y nuevas alternativas. Los intereses seguirán existiendo, solo cambiarían la ruta”.

 

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