Rexistimos

Sábado 23 de junio de 2018, México mágico no deja de sorprender: Es en el Paseo de la Reforma donde se da una de las concentraciones más amplias y heterogéneas que he presenciado: Se lleva a cabo la XL Marcha del Orgullo LGBT+, que ya por sí misma incluye una gama enorme de cuerpos, identidades y posturas políticas.  A la par de estas comunidades se dieron cita grupos que festejaron el triunfo de la selección mexicana de futbol, el movimiento de los 400 pueblos, grupos ultraconservadores, mirones, empresas, partidos políticos y otrxs.

En la organización de esta marcha siempre han habido fragmentaciones y distintas posturas, al grado de que este año (igual que en otras ocasiones) existe más de una convocatoria. Las discusiones son varias: la participación de embajadas de otros países;  la presencia, cada vez más grande, de las empresas y grandes corporaciones internacionales; así como la cooptación y el clientelismo por parte de los partidos políticos.

Ante esto, urge reflexionar qué significa la presencia de representantes de  estados que en sus territorios violan sistemáticamente los derechos más básicos y que han demostrado un nulo compromiso en participar en los mecanismos internacionales de protección integral a derechos humanos.

La presencia de las empresas recordó un escaparate de centro comercial; ante lo cual, es de suma importancia no dejarnos apantallar por el despliegue multicolor de su parafernalia, resulta crucial cuestionar, por lo menos, cuáles son sus prácticas, cómo son tratadas las personas de las comunidades LGBTI+ que trabajan en ellas y/o las que consumen sus productos.

Los partidos políticos, con su paupérrima presencia, solo llegaron a confirmar lo desabrido y hueco que es su compromiso hacia las comunidades LGBTI+, pero bien dicen que voto aunque sea de joto. Para rematar, las hordas tricolores aparecieron envalentonadas para entonar su habitual grito de guerra: “ehhh… ¡PUTO!”, ese que, aunque lo nieguen, siempre ha sido desde su entraña machista, misógina y homofóbica.

Pese a la presencia de los grupos mencionados anteriormente, lo más triste y lo más notable proviene desde el interior de las comunidades LGBTI+. Lo gay no quita lo machista, atinaron en expresar algunxs; en efecto, la marcha sigue siendo un espacio y un discurso diseñado y ocupado por lo viril, en el que los hombres cisgénero se llevan gran parte del performance y de las reivindicaciones. Y son nuestros demonios internos los que debemos de exorcizar con mayor urgencia.

No obstante, lo mejor también viene desde dentro. Y debería de ser remarcado quizá como primer punto; y es que, a pesar de que no todxs ocupamos un sitio en los carros de las cadenas de gimnasios, ni marchamos junto al cuerpo diplomático, ni pagamos la entrada de las “fiestas disidentes” de varios cientos de pesos; sí salimos, y en tiempos de guerra y privatización, ocupar el espacio público joteando, puteando y bailando, continúa siendo un acto de rexistencia en el que aún podemos celebrar el encontrarnos, reivindicar quiénes somos y hallar un soplo de esperanza.  

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El autor es defensor de Derechos Humanos, uamita, apasionado de los temas de memoria social y colaborador de la Universidad de Washington.

@tenpanch

 

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