Archivos libidinales: entre promesa y oferta

 

 

Esta semana se presentó el #Ofertódromo2018 del observatorio Jalisco Cómo Vamos: se trata de una plataforma donde se archivan las promesas de campaña de una cantidad de candidatos, que un usuario elige, filtra, consulta. ¿Qué nos puede decir tal archivo a quienes no nos interesa esta política institucional pero sí otra política? ¿Qué nos puede decir esa política a nosotros, los otros, que queremos otra? Que tratamos de hacerla.

El archivo del Ofertódromo llega a mis ojos justo después de las primeras páginas de Mal de archivo. Ahí Derrida pasa de “la palabra archivo al archivo de una palabra”. Nos recuerda que arkhé nombra tanto al comienzo como al mandato; coordina dos principios: allí donde la cosas comienzan (como en la arqueología) y allí donde se ejerce la autoridad (como en la monarquía o en el patriarcado). Un orden secuencial y un orden de mandato. ¿Cuáles son los principios inscritos y por inscribirse en el Ofertódromo?

Resalta, para empezar, su nombre: el Ofertódromo como el espacio de la ofertas. Confirmamos esto en las presentaciones de la plataforma: en el despliegue que el director del observatorio hace de una retórica de las ofertas. Política institucional como ofertas de temporada: mercado-tecnia electoral que da cuenta de que la elecciones son un mercado. O peor, como pudiera sugerirnos el diseño de la plataforma, las elecciones como shopping mall: espacio privilegiado del capital, templo del dios dinero. Incluso a este punto penetra el Mercado lo que parece un territorio del Estado. Pero, ¿cuándo ha podido un estado contra el Mercado? En un lugar y en una escala distintos, pero quizá con cierta analogía, pienso en la imposición de Bronco como candidato.

Hay otra gaveta del Ofertódromo que podemos abrir: que cada oferta es una promesa. ¿Qué es una promesa? Un acto en el ahora echando mano de un futuro que no existe. Promesas de campaña como promesas de amor. Alguna vez oí que “amar es prometer algo que no se tiene a alguien que no existe”. ¿Podemos ver algo similar aquí? En todo caso, la promesa es fundamental para la política electoral; incluso se habla de promesas de voto (y en otro ambiente un voto suele ser una promesa). ¿No es el voto mismo la la expresión de la voluntad de un ciudadano o, dirían, del pueblo? La expresión de un voler, un querer, un deseo.

Vemos que en ese prometer y en ese confiar que puede ser un voto (de confianza) hay movimientos afectivos y libidinales. La política, incluso la política institucional, es un espacio de afectos comunes. No hay nada nuevo aquí: la mercadotecnia siempre ha sido un asunto de deseo. Llegamos, por vías distintas que Deleuze y Guattari, a que una economía política y una libidinal son en verdad la misma.

Y hablando de los amigos franceses, estos enlaces me devuelven a la separación que algunos hemos sostenido entre micropolítica y macropolítica. Yo he criticado la hipermetropía de quienes sólo alcanzan a ver una política en lo macro, pero algunos amigos señalan una miopía en muchos de quienes nos dedicamos con exclusividad a lo micro. Lazzarato ya ha señalado que, en ausencia de una macropolítica que propicie otras condiciones para lo micropolítico, nuestros proyectos se están asfixiando. Incluso el llamado de los pueblos indígenas a través de Marichuy da cuenta de la necesidad de otra macropolítica, que no es lo mismo que habitar las instituciones de la macropolítica actual.

Entonces no salimos de la encrucijada, al tiempo que cada quien elige sus batallas. ¿Qué tan prudente es buscar el menor de los males entre los candidatos? ¿Sumergirnos en esta cantidad de información, por bien organizada que esté, o enfocarnos en dilucidar algo por medio de algún algoritmo voraz o de un criterio de optimización? Por fortuna, dos puntualizaciones: 1) que somos tantos que podemos distribuirnos de un lado o del otro al responder; 2) que no tiene por qué haber siempre una demarcación de un lado y el otro, que no son mutuamente excluyentes. Quienes tendemos al no nos embarcamos en otras exploraciones, nos preguntamos por la potencia destituyente, por subjetivaciones políticas aún por venir. Pero si todo esto se queda en una promesa, ¿cuánto distamos de aquella oferta que criticamos?

Quizá no podamos responder por adelantado, pero no hay que dejar de intentarlo. Frente a la trascendencia del futuro, buscamos una política del ahora. Se trata de algo que se convierte, también, en una promesa sin garantías, en una apuesta, pero no nada más. Buscamos una acción (operativa) pero a la vez una táctica: un pensamiento táctico pero a la vez operativo. Al final quizá ahí hay algo que aprender del 1%, de los políticos, de Kumamoto y de sus amigos los wikis: algo que ellos han logrado y es la capacidad de organizarse. Quizá nosotros, para inventar nuestros modos, podemos continuar con la labor pendiente de explicitar nuestro im/propio archivo, heterogéneo, afectivo, libidinal: un arkhé que marque otro comienzo pero no un mandato. Más bien, una cartografía de los deseos que, como toda escritura, sea tecnia, pero ya no mercado.

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