Fallece la poeta nicaragüense Claribel Alegría, tres poemas para recordarla

Considerada parte de la Generación comprometida, la corriente literaria que se impulsó en Centroamérica en los años de 50 y 60, la poeta Claribel Alegría falleció este jueves en su casa en Nicaragua

La poeta nicaragüense Claribel Alegría falleció la mañana de este jueves a los 93 años edad . La escritora, galardonada el pasado año con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, es considerada parte de la Generación comprometida, la corriente literaria que se impulsó en Centroamérica en los años de 50 y 60.

A pesar de que ella misma rechazaba esta etiqueta, su obra se considera un reflejo de esta generación. Para Alegría su obra poética no debía considerarse “poesía comprometida”, porque los poemas que la gente consideraba políticos, decía la poeta en una entrevista para el diario El País, eran solo de “amor” a sus pueblos.

Además de poesía, su obra incluye también historia, novela y ensayo. En este último género, hay una marcada denuncia social o reconstrucción de la historia reciente de Nicaragua, como es el caso de Somoza, expediente cerrado, sobre el dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, asesinado por un comando sandinista en Paraguay, una obra la escribió junto a su esposo Darwin J. Flakoll, fallecido hace 20 años.

El pasado mes de noviembre la poeta presentó en Madrid su libro Aunque dure un instante, una antología que recoge su obra poética desde 1948 hasta la actualidad. Su restos mortales recibirán sepultura el próximo sábado 27 de enero en el cementerio de Santo Domingo de Managua, según informa la prensa nicaragüense.

Claribel Alegría nació el 14 de mayo de 1924 con el nombre de Clara Isabel Alegría, en Estelí, Nicaragua. Hija de Ana María Vides, salvadoreña, y de Daniel Alegría, médico nicaragüense, Claribel se crió en Santa Ana, adoptando así mucho de la tradición, historia y cultura salvadoreña.

Alegría estudió en Estados Unidos en los años 40, donde contrajo matrimonio con Sarwin J. Flakoll. Conjuntamente firmaron algunos escritos y tradujeron del inglés a Robert Graves, vecino suyo en la isla de Mallorca. El matrimonio mantuvo amistad con figuras de las letras hispanoamericanas como Juan Rulfo, Julio Cortázar, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa, entre otros.

Alegría publicó su primer libro de poesía, “Anillo de silencio”, en 1948 y desde entonces ha escrito más de veinte poemarios, así como una decena de novelas y libros de ensayo.

A continuación presentamos tres poemas para recordarla:

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El muro de las sonrisas

Cuando el amor se aja
se marchita
se te vuelve amarillo
no hay remedio
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando el canto se oxida
y el paisaje
y todo lo vivido
es un espectro
tu único refugio
es la sonrisa:
ese muro cerrado
impenetrable
sin ayeres
sin hoy
y sin mañanas
donde todos los sueños
se hacen trizas.


Autorretrato

Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.


Barajando recuerdos

 

Barajando recuerdos
me encontré con el tuyo.
No dolía.
Lo saqué de su estuche,
sacudí sus raíces
en el viento,
lo puse a contraluz:
Era un cristal pulido
reflejando peces de colores,
una flor sin espinas
que no ardía.
Lo arrojé contra el muro
y sonó la sirena de mi alarma.
¿Quién apagó su lumbre?
¿Quién le quitó su filo
a mi recuerdo-lanza
que yo amaba?

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