Reflexiones de resistencia en un retiro espiritual para la tesis doctoral

     Por Adriana R. Aguilar Melo 1Colaboradora del colectivo Alterius y Estudiante de doctorado en la Universidad de Sherbrooke

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Esta vez la mestiza privilegiada deja unos días al pueblito con la misión egoísta de avanzar intensivamente con alguna de las partes de su tesis de doctorado. Es muy temprano y todavía está oscuro, pero poco a poco el rey astro se asoma atrás del auto. Las distancias me parecen similares a las de México. El camino es largo pero nada que un café de carretera pueda solucionar. Amplios cultivos de maíz y una que otra granja se asoman a ambos lados de la carretera. Quienes vamos a bordo no tenemos teléfonos inteligentes conectados a datos que nos pueda indicar a través de una voz sexy cómo podemos llegar al destino. No importa, tenemos impresas las indicaciones. Pero ¡Ups! Nos pasamos la salida correspondiente, y nos atrasamos unos 40 minutos. No importa, ya tenemos integrado el “mood” canadiense que sumado al mexicano se transforma en fiesta zen.

El camino se hizo cada vez más angosto y de pronto ya no había asfalto, sino grava. Como suele suceder en casa. Al final del camino, se asoma una bonita casa de campo y una vieja granja para después ver un hermoso can que nos da la bienvenida. Debe ser el canino más feliz de la región. Saluda a todo mundo y todo mundo lo saluda a él. Todo mundo lo acaricia, le rasca la panza y celebra la alegría que él no puede ocultar.

Entre montañas, lagos y arroyos se encuentra el “Centro de vida” en donde un grupo de estudiantes privilegiados de doctorado de diferentes disciplinas como literatura, sociología, teología, ciencias ambientales, interdisciplinariedad y ecología se concentran (física y mentalmente) para aislarse de la vida cotidiana y darle a … la tesis. La tesis, ese terrible monstruo imaginario y real al que amamos y odiamos muchos doctorantes. Este proyecto extraño se llama “Teséate” (Thèsez-vous en francés) y surgió como idea de otros estudiantes de doctorado de la región de Québec, Canadá. El financiamiento se obtiene de diferentes universidades y por supuesto de varios de los que vienen a hacer este retiro. Esta doctorante mestiza es privilegiada en el sentido de que la universidad en la que está da apoyos para actividades académicas, y esta cabe en ese rubro burocrático.

Un retiro. Me pregunto por qué es necesario un retiro. Quizá porque los científicos también lloran, son adictos al trabajo (y a otros narcóticos), se retuercen en sus pensamientos, se fatigan, se enferman y a veces no avanzan como quisieran o como se lo piden. Entonces ¿por qué no un retiro que incentive la redacción y la reflexión? Un retiro de tantos, como si fuéramos una secta más (creo que lo somos en cierta forma) que hace esto de alejarse de la civilización para someterse física y mentalmente a un estado de trance que nos tranquiliza e ilumina. Cada quién a su modo ¿no? Unos van a la iglesia, otros al antro, y así. Bueno, pues aquí nos consintieron con comida vegetariana (hay cosas muy buenas), tisanas, yoga, senderos chulos para caminar entre árboles y campos, imágenes y mensajes de Budha. Ah, y por supuesto, consejos y sesiones de trabajo. ¿Tesis? Oooooohmmmm.

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Contrario a lo que suele pensarse, no todos los investigadores son unos egoístas ególatras que se quedan en su burbuja de cristal llamada academia. No todos piensan más en sus preguntas y posibles respuestas que en la humanidad o que en la vida misma. No todos los estudiantes que aspiran a seguir investigando se desbordan en privilegios. Algunos se endeudan, otros tienen becas que les permiten comer al mes y pagar una renta básica. Esto pasa en cualquier país siendo estudiante nacional o extranjero. No vivimos en la opulencia viajando. Sí viajamos, sí disfrutamos, y sí reímos, pero también nos frustramos, nos endeudamos, nos dicen que produzcamos más y mejor muchas veces a costa de la salud. Como muchos obreros de fábrica. Probablemente debido a que lo que hacemos suele apasionarnos es fácil caer en una productividad enfermiza. Claro, esa pasión se apaga en condiciones así. Sí, hay investigadores que alimentan su ego con artículos científicos, capítulos de libros e incluso libros que no hicieron ellos. Hay los corruptos que se embolsan los financiamientos. Hay los que se vuelven burócratas pero siguen disfrazados de investigadores. Hay los que obedecen a las empresas farmacéuticas, a las patentes, al control de las masas. Pero hay otros que resisten, y parece que somos más de lo que pensamos.

En una de las sesiones del retiro hubo una charla departe una simpática investigadora que hizo sus estudios de doctorado en literatura. Ella ahora es investigadora y da clases en una escuela equivalente a la preparatoria en México (CEGEP). La vida y algunos contactos la llevaron a trabajar fuera de la universidad, y sin embargo, investiga. El título de su charla informal fue “¿Qué hacer después del doctorado?”. Una conclusión de esta charla podría ser “¡No estamos solos!”. Al parecer, tanto aquí como en México una alta proporción de doctorantes están decepcionados de la vida académica y poco a poco van dejando de pensar en la academia como una opción. Pero tampoco creen que trabajar para el gobierno sea una buena opción y en empresas…bueno, dependerá en qué haces tu posgrado. ¿Y saben qué? En el retiro fuimos 20 mujeres (quizá un tercio madres) y 5 hombres. ¿Por qué esta diferencia? ¿Se deberá a lo que dice un artículo que leí hace una semana? En ese artículo científico se demostraba que 1) al inicio de los estudios de doctorado más mujeres expresan interés en continuar una carrera académica después del doctorado, 2) en el camino, tanto hombres como mujeres dejan de querer continuar en la academia después del doctorado, 3) pero en esta tendencia la proporción es mayor en las mujeres. Una de las explicaciones dadas por los autores es que las condiciones de trabajo en la academia son muy difíciles, sobre todo para las mujeres.

Estamos cansados de cansarnos, de no ver más allá de las pantallas bajo condiciones fuertes y enfermizas de competir por recursos y trabajo, y de que nos digan que cada vez debemos producir más y mejor sin incentivos ni motivación alguna más que el amor por tu investigación. Amor que con todo esto se va apagando poco a poco. Pero la chispa está ahí, y la chispa es la curiosidad humana por el saber. Saber que podrá o no ayudar a la humanidad, o a los seres vivos, pero que como mínimo ayudará a la curiosidad humana que en una de esas sí que dará frutos. Entre los consejos de la investigadora en literatura están los leídos y oídos antes: mantén contacto con la gente que motiva y que aprecia tu trabajo. Pero también continúa investigando aunque sea por tu cuenta. He pensado esto también, y cuando pienso en esto también llega a mi mente la frase “¿Y cómo voy a comer? ¿Y dónde voy a dormir?”. Supongo que esto será visto y tarde o temprano tendremos para comer y para seguir investigando. Creo que lo que hay que hacer es inventar formas, abrir las brechas aunque sea con machete. Pienso que quizá es más fácil en el ámbito de las ciencias sociales y en el arte en el sentido de que no se necesitan materiales tecnológicos demasiado especializados o costosos como en la química, la física, la biología o en las ingenierías. Pero luego me acuerdo del software y tecnologías libres y se me pasa. Quizá ser investigador independiente sea más fácil en un país con baja densidad poblacional, donde los tomadores de decisiones aunque no sean perfectos tienen cierto grado de estudios, y la población vigila un poco más los niveles de corrupción junto con el sistema. Claro, afuera hacen otras cosas, algunas muy macabras, y ese es otro tema importante a tratar.

Pienso de nuevo en el colectivo Alterius y lo menciono. Alterius intenta mantener esa chispa y dispersar el fuego por la ciencia y por el arte. Alterius es un colectivo con el objetivo de liberar la ciencia y el arte, hacerlos accesibles. ¿Por qué? Porque somos conscientes de que la tendencia actual del sistema es apagar al conocimiento y al arte, exterminarlos del territorio nacional a través de recortes a la ciencia y al arte. Pero no solo eso, son tan astutos que por ejemplo, también impusieron la reforma educativa, es decir, están enfermando también a los retoños del saber.

No queda más que resistir aquí y allá, allá y aquí. Sobre todo las mujeres, pero también los hombres. La tendencia parece ser la misma en todos lados. Y una proporción de los amantes del conocimiento se da cuenta. Hay que romper con este círculo vicioso. Preguntas clave. ¿Cómo podemos romper con ese círculo vicioso en un mundo en el que no se considera importante la ciencia y al arte, pero donde al mismo tiempo pide productos científicos, artísticos y tecnológicos en mayor cantidad y calidad? Círculo en el que el amor por la investigación se apaga pero donde continuamos automáticamente como robots. No nos queda más que hacer la revolución, digo, la investigación, mejor dicho, ambas y sin esperar nada de arriba. Es el momento de resistir colectivamente contagiando las prácticas independientes y autónomas. Intercambiando saberes, métodos, técnicas, hablando, bailando, creando y compartiendo.

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1 Colaboradora del colectivo Alterius y Estudiante de doctorado en la Universidad de Sherbrooke
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