Paul Auster, la incertidumbre como origen de la literatura

“No estoy seguro de tener la fuerza necesaria para escribir otra novela”, sentenció el escritor Paul Auster en una de sus más recientes entrevistas. A pesar de la gravedad, la frase evidencia la incertidumbre en la que se edifica la carrera de todo escritor. En el limbo de la producción artística, las certezas son un lastre que erosiona el camino hacia la literatura.

Para Auster, la incertidumbre es quizá una de las características más inmediatas de su escritura. La incertidumbre ha estado allí, desde el comienzo de su carrera como escritor, esto sólo se puede afirmar si revisamos su bibliografía y los comentarios al margen de ella. No fue hasta los 30 años que el escritor norteamericano encontró el ritmo necesario para comenzar su primera novela, antes de eso, siempre dudó entre seguir haciendo poesía o abandonarse al silencio. Aunque durante su temprana formación literaria sólo leía poesía, y sus primeros libros publicados fueron dentro de este género, su más grande deseo, como el mismo lo confiesa, era llegar a ser novelista.

Después de aquel encuentro con la musa, si se me permite esta expresión romántica, el autor escribió una treintena de libros que abarcan la poesía, el ensayo, la autobiografía y los guiones de cine. Por supuesto, la novela es el género por el que se le conoce a nivel mundial, y sin reducir su producción literaria, sus novelas son el terreno donde al autor ha explorado y desarrollado sus más grandes obsesiones.

Tras siete años de silencio novelístico, es decir, de incertidumbre, Paul Asuter sorprendió a todos con la publicación de su más reciente novela, de nombre enigmático, 4321 (Seix Barral, traducido por Benito Gómez Ibáñez). Con la cual propone una narrativa totalmente distinta a la que lo ha caracterizado. Este cambio, producto también de un hecho azaroso e insólito, se manifiesta en que la prosa minimalista, sello del canon austeriano, se ha convertido en un terreno de frases arborescentes que da pie a una densidad filosófica y poética.

El largo aliento no sólo aparece en la sintaxis, con 960 páginas, es también su libro más extenso. El argumento relata cuatro variantes de la historia del protagonista. Pese a todo, hay una certeza para el autor:  “Todo es directo e inmediato, no hay trucos ni ilusiones. La única audacia es la estructura. Se me ocurrió de repente, un día que estaba leyendo el periódico en el estudio: en lugar del viaje de una persona desde que nace hasta que se asoma a la edad adulta, contaría cuatro trayectorias distintas con variaciones sobre un trasfondo común”.

El azar, la literatura y la muerte son el eje temática de esta historia con cuatro variantes, en la que el protagonista, que se parece mucho al propio Paul Auster, relata el por qué acabó siendo escritor. Entre estas historia, está un relato muy íntimo para Auster: la noche en que por fin logró escribir un texto en prosa del que se siente satisfecho, tras diez años de bloqueo, su padre moría de un ataque al corazón mientras hacía el amor.

Al respecto de este pasaje, nada mejor que las palabras del autor, entrevistado por Eduardo Lago para el diario español El País:

“Tenía 30 años, nada de dinero y mi matrimonio se iba a pique. Cada día que pasaba aumentaba mi convicción de que jamás lograría ser escritor. Una noche, a finales de diciembre de 1978, mi amigo David Reed, el pintor, me llevó a ver una coreografía y durante el espectáculo sentí que se abría una puerta en mi interior. Al volver a casa empecé un largo texto en prosa, Espacios en blanco. Lo terminé en enero, mientras caía una nevada impresionante. Fue una de las noches más importantes de mi vida. Me fui a dormir con la sensación de que por fin podía decir que era escritor. A la mañana siguiente, domingo, sonó el teléfono muy temprano. Mi padre había muerto de un ataque al corazón aquella misma madrugada. Dos semanas después empecé un libro sobre él. Cuando lo estaba terminando conocí a Siri, la persona más importante de mi vida, en una lectura de poesía”.

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El azar y la incertidumbre, los ejes de una rueda por la que Paul Auster ha girado en el sinuoso camino de la literatura, en espera, siempre, de que algo mejor suceda. O, como el mismo autor, ha expresado con una ambigüedad dramática:

“A veces me pregunto por qué me he pasado la vida encerrado escribiendo cuando fuera está el mundo lleno de posibilidades”.

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