Querido amigo: si me rebelo…existimos

A Tadeo

<<Porque es mío y yo deseo ser suyo>>

Deleuze

 

Hemos pensado en detenernos un tiempo. Trazar las coordenadas de nuestros siguientes pasos -que no podemos dar sin una lectura de la realidad que implique los detalles que nos perdemos- para abrir una posibilidad creadora.

Nuestra subjetividad se ha constituido desde la crisis:

Hay que pagar las deudas. Normalmente requerimos un préstamo. Asistimos a lugares en donde asumimos que, para divertirnos, hay que consumir. La resaca nos impone algún grado de austeridad.

Nuestro cuerpo-máquina tiene la obligación de funcionar pese a las condiciones afectivas en las que se encuentra.

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Puedes faltar a trabajar, pero pierdes dinero, y tienes que pagar la tarjeta, el alquiler, la luz.

Nuestro cuerpo-fuerza de trabajo sigue subordinado a las relaciones más tradicionales de capital–trabajo, pues se encuentra bajo una lógica jerarquizada. Aunque han cambiado los modos de producción, ahora el trabajo está por todas partes. Tomamos nuestro celular y comenzamos a llenarnos de información; respondemos mensajes de whats app desde la cama, a la hora de comer, de modo que nuestros tiempos de trabajo se diluyen en nuestros tiempos de vida.

Sobremediatizados por las redes sociales y el ruido de calle, parece que el problema no está en expresarnos, sino en responder: ¿Qué vale la pena decir? Asumir que somos responsables de lo que decimos: ¿A partir de qué espacios, de qué silencios, frente a qué acontecimiento tengo algo que decir?

Nos resistimos a que nuestra experiencia en el mundo sea la de subjetividades absorbidas en su representación vacía. Nos urge construir relaciones que resistan y sean desafiantes. Aunque estemos decepcionados o sorprendidos por todos los ambientes que se han sucedido en estos últimos años alrededor del mundo, la apuesta es por otras formas de convivir, aunque para nuestros ojos sólo exista sufrimiento.

La amistad es una composición múltiple, una po-ética de vida. Pasar de cargar al mundo, doblegados, con dolor en las rodillas, a tenerlo bajo los pies, a sentirnos en tierra firme.

¿Cuál será nuestra estrategia? Que la experiencia propia sea una experiencia común. Constatar el valor de nuestra vida, la que compartimos y la que descubrimos del otro, así como la relación de amistad frente a la historia, que no tiene un principio de propiedad económico.

Queremos a nuestro amigo porque sabemos, gracias a lo que ha logrado en nosotros, lo que es capaz de hacer con su existencia: proporcionar alegría, un acto inmanente.  

La amistad es una ruptura, un oasis en el desierto que se produce desde el encuentro, el dialogo íntimo, la conversación; que pone en relieve la vida, la práctica afectiva del cuidado, la confianza mutua y el placer de la compañía, una relación estable que comienza a desafiar porque es una relación viva y una suerte de insurrección. Nos permite inventar formas de existir; no nos obligan a ser “amigos de” porque la amistad no se impone, como la familia o los compañeros de trabajo. Es una relación en la que vale la pena asumir la responsabilidad, que reaviva la capacidad de pensar la relación con el otro, de salir de nosotros mismos. Es encontrar desde el común. Es sembrar raíces vitales que surjan de los escombros de una civilización en ruinas.

Querido amigo, no todo está perdido. En un contexto de destrucción, que llega hasta el alma, una forma de resistir es ordenar las palabras. Ésta imprudente nostalgia de tenerte a la distancia, en un momento político cargado de miseria, el saberte a mi lado, día a día, es  desordenada rebeldía en busca de la dignidad.

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