Indro Montanelli: un hombre libre

Los casos cada vez más frecuentes de censura y violencia contra periodistas en México, exigen una reflexión sobre los riesgos y condicionamientos que esta profesión implica. Es difícil, en un mundo lleno de opinadores y comentócratas expertos en banalidades, aportar algo que no sea una obviedad. Es la razón por la que intentaré tratar el tema de una forma distinta; en lugar de sumar una voz más al coro, contaré la historia de un periodista italiano que pasó mucho tiempo dando la batalla contra el conformismo: Indro Montanelli.

Escribir sobre él es un reto grande, porque siempre es difícil contar la historia de alguien a quien se admira, sin caer en el error de convertirlo en santo. Algo que Montanelli, definitivamente, no fue. Mi intención es evitarlo, pero tendrán que disculpar si en algún momento caigo en la tentación.

¿Cómo explicar quién es Montanelli a un público que difícilmente lo ha leído?, sea porque su trabajo no trató sobre México o porque escribió sobre otras épocas. Su historia personal se mezcla con la historia del siglo XX, sus tragedias y sus conquistas. Sin duda recorrer uno a uno los pasos de su historia sería útil, pero aburrido. Probablemente a él tampoco le habría gustado un artículo así. Por eso intentaré usar su forma de escribir, caracterizada por el uso de textos cortos, contundentes y claros.

Contracorriente. No hay palabra que explique mejor quién era Montanelli. Ir contracorriente fue su vocación: la tozudez de ser el desafinado que se distingue por defender sus ideas. Además, los Contracorriente, los textos que publicaba a diario sobre la actualidad política, fueron un género literario para toda una generación, una versión ante-litteram de los modernos tweets (aunque sin la estricta limitación de caracteres), que concentraban pensamientos potentes, provocativos e impredecibles.

Claro. Empezó a trabajar como corresponsal en Francia, para luego mudarse a la United Press. Del mundo anglosajón adoptó el amor por la claridad y por los textos cortos, todo lo contrario a lo acostumbrado en lenguaje barroco de la inteligentia italiana. Montanelli era capaz de convertir lo complejo en algo que todos podían entender. Sus libros sobre la Historia de Italia explicaron la historia nacional a millones de italianos y provocaron los celos de intelectuales y académicos.

Toscano. “Debo a Fucecchio [pueblo donde nació] todo lo que soy”. Ser toscano no significa sólo vivir en un paisaje encantador. Significa también el gusto por la polémica planteada con elegancia y acidez, un humor único, que molestaba y atraía sus lectores y sus adversarios por igual.

Errante. Al comenzar de la Segunda Guerra Mundial Montanelli recorrió el continente para contar la tragedia del conflicto. Reportero de guerra en Grecia, Albania, Finlandia y Noruega, en varias ocasiones arriesgó su vida. Una pasión por la aventura que lo llevaba a “tener miedo de la gripe, pero no de las pistolas”. Un espíritu viajero que le dio la oportunidad de conocer y entrevistar a algunos de los personajes que marcaron la historia del siglo pasado, como Winston Churchill, Charles De Gaulle, el Papa Pío XII y hasta Adolfo Hitler.

Fascista. En juventud creyó en el régimen con el entusiasmo de quien no aceptó la humillación de los acuerdos de paz y vio en el fascismo la posibilidad de una revancha. A diferencia de muchos que fueron fascistas y después negaron haberlo sido, Montanelli nunca escondió su pasado. Su ruptura con la dictadura fue sui generis: se distanció del régimen durante la Guerra Civil de España, cuando Mussolini estaba en el punto más alto de su poder. Llegó a ser perseguido por el régimen y condenado a muerte en 1944 por escribir en contra de él. Parafraseando sus palabras: dejó de ser fascista cuando el fascismo “todavía no apestaba a muerto”, no por oportunismo.

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Ingobernable. Su carácter insobornable lo llevó, en varios momentos de su vida, a romper con amigos y aliados. Como en 1974, cuando abandonó el Corriere della Sera —periódico del cual era la firma más importante—, en desacuerdo con la línea editorial debido al acercamiento del director Piero Ottone con el Partido Comunista. A sus 65 años, cuando otros hubieran pensado a retirarse, Montanelli empezó una nueva batalla: la creación de Il Giornale, su propio periódico.

Anticomunista. Lo fue por toda la vida. Tomó esa postura a pesar de ser consciente de la mediocridad que ofrecían los partidos de centro y derecha. Su sueño de una derecha liberal pero libre de la tentación de regresar al fascismo, nunca se hizo realidad. En 1976, frente al riesgo de victoria del Partido Comunista Italiano, dijo: “tápense la nariz y voten DC”. Hoy, 40 años después, no puedo evitar pensar que si alguien en la campaña de Hillary —¿tal vez Bernie?— hubiera pronunciado palabras con esta claridad, probablemente Trump no habría llegado a la Casa Blanca.

Valiente, no mártir. El 2 de junio de 1977, exactamente hace 40 años, dos militantes de las Brigadas Rojas le dispararon en las piernas. Práctica muy común durante los “años de plomo”. Los brigadistas no podían entender que cuando Montanelli los cuestionada en sus columnas, no lo hacia en función de los intereses de alguien sino por convicción propia.  Por eso lo acusaron de ser un “siervo del capitalismo y de las multinacionales”. Unos quisieron silenciarlo, pero no lo lograron; otros quisieron hacer de él un mártir, pero tampoco fue posible. Montanelli regresó a lo que mejor sabía hacer: escribir para hablar su país y continuar sus batallas.

Honesto. En 1956 fue enviado a Budapest para cubrir la rebelión húngara. Su director y el público del Corriere esperaban leer una historia de gente que luchaba por el sueño americano. Pero sus crónicas contaron las historias de obreros, trabajadores y jóvenes que salían a la calle por el ideal comunista y no en contra de él. La “sublime locura de la revolución” de un pueblo que deseaba construir una sociedad de iguales, pero de manera autónoma e independiente de los diktat de Moscú. Sus lectores no apreciaron los textos, su director tampoco. Pero él sabía que servir al lector significa, en primer lugar, no mentir aunque lo que se escriba no sea lo que el público desea.

Comunista. No, no es un error. Así fue etiquetado en los últimos años de vida por parte del círculo cercano a Silvio Berlusconi, que nunca le perdonó la ruptura de 1994. El Cavaliere había adquirido en los años 70’s la propiedad de Il Giornale, con una condición: “Berlusconi es el propietario, Montanelli es el dueño”. Después de casi 20 años de autonomía editorial, el candidato de Forza Italia exigió que su periódico hiciera campaña para él. Montanelli lo rechazó. Los tonos de la discusión fueron duros. La leyenda cuenta que el viejo periodista dijo a Berlusconi: “Usted quiere ingresar a la política porque si no terminará en la cárcel”. Una ruptura dolorosa, sobretodo para Montanelli que a los 85 años tuvo que abandonar su periódico.

Solista. Montanelli no podía dejar el escenario sin dar más batallas. Ya 20 años antes había probado lo que significa burlarse de la jubilación y lo hizo una vez más. En pocos meses dio vida a un nuevo periódico: La Voce. La vida de este periódico fue breve, como en el caso de Il Giornale. Los periódicos dirigidos por él tenían líneas editoriales confusas y problemas económicos. La gente los compraba sólo para leer sus artículos. Montanelli no era buen director, pero era un excelente solista.

Noble. Capaz de contrastes feroces, no era rencoroso. Conoció personalmente a los hombres que le dispararon y los perdonó. Vio en ellos a jóvenes que luchaban para servir un ideal. Probablemente se vio reflejado a sí mismo en los años de su pasión política de juventud. Seguramente él contribuyó a la pacificación entre las facciones después de los años de plomo, uno de los capítulos más dolorosos en la historia de Italia.  

Periodista. La maquina de escribir era su vida. Una vida dedicada al lector. Él mismo consideraba que no podía ni sabía hacer otra cosa. Tan fuerte era esa convicción que rechazó todos los halagos de quien, en diferentes ocasiones, propuso nombrarlo senador vitalicio. Aceptar hubiera significado renunciar a su independencia. Durante toda su vida repitió sostuvo que “los periodistas, no importa de donde sean, tienen un solo dueño de verdad, sus lectores”.

La historia de Montanelli es amplia, con muchos capítulos y matices. Honestamente, no sé si he logrado mi objetivo de contarla de forma adecuada, pero ante la enorme cantidad de periodistas silenciados y asesinados en México y el mundo, me pareció necesario recordarlo, para no olvidar la importancia del periodismo. Ustedes tendrán la última palabra.

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