Neuroarqueología: Descubriendo la evolución de la inteligencia humana

¿Cómo los seres humanos llegaron a ser tan inteligentes y cuándo sucedió esto? Para desentrañar esta cuestión, necesitamos saber más acerca de la inteligencia de nuestros antepasados humanos que vivieron hace 1,8 millones de años. Fue en este punto en el tiempo que un nuevo tipo de herramienta de piedra irrumpió en la historia y el cerebro humano casi se duplicó de tamaño. Las hachas achelenses llegaron a suplantar las herramientas simples de la tradición olduvayense.
Algunos investigadores han sugerido que esta tecnología más avanzada, junto con un cerebro más grande, implicó un mayor grado de inteligencia y tal vez incluso los primeros signos del lenguaje. Una nueva investigación ha certificado esta hipótesis. En consecuencia, esta investigación ha determinado que el pensamiento humano pudo haber surgido mucho antes de lo que se creía hasta ahora, situando su origen en unos 1,8 millones de años atrás, cuando aparecieron las primeras herramientas achelenses.

Según este estudio, publicado en Nature Humane Behavoir, la cognición humana coincide en el tiempo con la aparición del Homo erectus, una especie temprana del género humano que aproximadamente apareció 600 mil años antes que los neandertales.

Las tradiciones líticas olduvayense y achelense estuvieron presentes en el Paleolítico inferior, la etapa más larga de toda la prehistoria que empezó hace unos 2,5 millones de años y duró hasta hace unos 125.000 años, cuando aparecen otras industrias más complejas. Las herramientas olduvayenses, que aparecieron por primera vez hace unos 2,5 millones de años, están entre las primeras utilizadas por los antepasados de la humanidad. El uso de herramientas achelenses es más reciente, pues data de entre 1,8 millones y 100.000 años atrás.

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Un hacha del tipo achelense.

Cerebros de hoy para ver los cerebros de ayer

El descubrimiento ha sido posible mediante un método comparativo, en el cual un grupo de personas tenían que crear con sus manos herramientas antiguas, unas olduvayenses y otras de la era achelenses, como si fueran seres humanos primitivos. Las herramientas debían construirlas rompiendo piedras con un pedernal,  un objeto usado principalmente para crear flechas.

Durante esta investigación, la actividad cerebral de los voluntarios era monitorizada con una moderna tecnología de imagen cerebral conocida como imagen espectroscópica próxima al infrarrojo. Esta técnica permite medir la oxigenación de una zona del cerebro para deducir su actividad, en este caso la fabricación de herramientas artesanales primitivas.

De esta forma, los investigadores pudieron deducir qué actividad cerebral fue necesaria para la fabricación de esas herramientas y conocer así el grado de desarrollo neuronal que tenían los seres humanos primitivos.

A pesar de que el acto de pensar no deja huella física en el registro arqueológico, esta metodología ha sido nombrada neuroarqueología, ya que analizando el comportamiento de humanos modernos, pueden entender cómo evolucionaron los homínidos para alcanzar el desarrollo cerebral.

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Una herramienta del tipo olduvayense, se nota claramente que se trata de tecnología muy simple en comparación con la achelense.

Metodología

En esta investigación se enseñó a un grupo de 15 voluntarios a fabricar los dos tipos de herramientas a través de un video. A otro grupo de 16 voluntarios se les mostraron también los mismos videos, pero sin sonido, para que pudieran aprender a fabricarlas sólo mediante imágenes.

La observación de los cerebros de ambos grupos reveló que la atención visual y el control motor eran necesarios para crear las herramientas más simples olduvayenses. Sin embargo, para la creación de herramientas más complejas de modo Achelense, fue necesario recurrir a zonas más amplias del cerebro, incluyendo las relacionadas con la información visual, auditiva y sensomotora. También la guía de la memoria de trabajo visual y la planificación de acciones de orden superior.

“El hecho de que estas formas más avanzadas de cognición fueran necesarias para crear hachas de mano achelenses – pero no herramientas simples olduvayenses – significa que la fecha para este tipo de cognición más humana podría retrotraerse al menos a 1,8 millones de años atrás. Sorprendentemente, estas partes del cerebro son las mismas áreas dedicadas a actividades modernas como tocar el piano”, indican los investigadores.

Pero cómo ellos mismos explican, esto no significa necesariamente que los seres humanos tempranos podrían tocar a Chopin. Pero el resultado puede significar que las redes cerebrales con las que contamos hoy para completar tareas complejas que implican múltiples formas de información, como tocar un instrumento musical, probablemente evolucionaron hace 1,8 millones de años para que nuestros antepasados pudieran hacer herramientas relativamente complejas y con esto aprovechar los alimentos de alto contenido energético.

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