Valencia

Para los que no tengan por objetivo llegar al final del texto les adelanto la conclusión: José Luis Valencia es un hombre de códigos.

No sé quién sea el mejor amigo de “Valencia”, como lo llamamos casi todos (Tania, su compañera, lo llama “Vale”). Pero sé que muchos lo consideramos nuestro mejor amigo.

“Toda esa bola de culeros que le andan calentando el oído y diciéndole que se aviente la bronca, son los primeros que lo van a dejar solo cuando vean que se les viene la reata encima”, escribió José Luis en Deudas de vida; un cuento que le valió ganar hace poco más de un año el premio Bengala.

Valencia representa justo lo opuesto a esa frase: es tímido, evade el conflicto y nunca eleva el tono de voz. Pero lo único que lo saca de quicio es ver a los suyos expuestos.

Su perfeccionismo se agota cuando alguien regaña a alguien que pertenece a su manada; su tranquilidad se interrumpe cuando un amigo está en riesgo; su alta demanda de valores e inteligencia frente a los otros se derrumba cuando alguien le demuestra lealtad.

 

Valencia vive en un mundo de héroes y villanos

José Alberto Medina es un abogado que lucha, en medio del cinismo y la cotidianidad, contra la corrupción del sistema judicial de Guadalajara y que descubre una trama de poder frente a la que decide no adaptarse.

 

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En “La poeta gorda”, José Luis Valencia retrata a la Guadalajara contemporánea a partir de un héroe ingenuo y absolutamente incauto. Medina, el “Quijote” de su historia, no es un personaje construido desde los cánones vigentes de lo admirable.

La novela que escribió Valencia retrata su forma de entender la vida, que le impuso la filosofía existencialista de Albert Camus: lo único que define lo que somos es lo que decidimos hacer.

No solo en “La poeta gorda” lo he aprendido. Su amistad, que a veces se vuelve una compañía persecutoria de nuestros actos, también me lo ha enseñado.

Para Valencia, por ejemplo, la estética que importa en el arte son los destellos de grandeza en sus creadores. Si una canción suena bien o mal, pasa a segundo plano en función de la historia del personaje que la escribió, o la canta.

 

El Centritos

Cuando Clemente fue nombrado coordinador de la bancada, su primera petición fue contar con José Luis Valencia de forma permanente.

Recurrentemente, Dante lo llama para pensar con él y para clarificar sus ideas a su lado.

Las decisiones que más me han costado tomar en el último año las consulté con él y con mi hermano, antes que con cualquier otra persona.

Valencia es confiable. Y no en el sentido que hoy define esa palabra, que básicamente tiene que ver con “que no cuente las cosas”. Es confiable por su inteligencia y por su fascinación por la naturaleza humana, que lo lleva a analizar cada decisión con la importancia que amerita.

En ese aspecto, es todo lo contrario a Rafael y a mí, que no estamos inspirados por la épica de Cervantes sino por la de Homero. Un día, por ser como es, lo bauticé como el “centritos”. La broma resultó, aunque es tramposa: Valencia nunca se queda en la indefinición.

Joe

El 30 de octubre de 2016, El Weren escribió en un tweet: “Gracias Joe por estar aquí siempre”. Ese es Valencia: el que está siempre. Un hombre de códigos.


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