Jacoba Félicié: Un símbolo del feminismo en la historia de la medicina

Jacoba Félicié es tristemente célebre por haber sucumbido a la misoginia de su época, ya que fue juzgada en el París de 1322 por ejercer como médico cuando no le estaba permitido por no tener autorización y por ser mujer. El proceso, sin embargo, inmortalizó su vida profesional, que es continuidad del histórico machismo de la profesión, que desde el siglo IV a.C. condenaba a Agnodice por practicar la medicina y su labor como partera y ginecóloga.

El juicio se documentó en la Carta de la Universidad de París, que incluye argumentos a favor y en contra de Félicié; los acusadores afirmaban que visitó a varios pacientes, los examinó, y reclamó para curarlos, a pesar de haber sido advertida sobre la ilegalidad de la práctica sin licencia.

El juicio revela varias situaciones interesantes, por un lado el valor simbólico de las “licencias” expedidas por las instituciones formativas y por el otro la forma en la que se tejían redes informales de referencia para tratar los padecimientos.

De lo primero nos damos cuenta porque el arzobispo también expresó la preocupación de que la práctica sin licencia podría resultar en el “pecado mortal del asesinato”, que se castigaba con la excomunión. Por esta razón, sus acusadores afirmaban que estaban interesados en salvar el alma de Jacoba evitando la continuidad de su ejercicio médico.

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Y de lo segundo porque en las declaraciones de la defensa, seis testigos relatan como se iban enterando en espacios de interacción social (incluso en tabernas) de las capacidades extraordinarias de Félicié para curar a muchas personas que incluso ya había recibido tratamiento de médicos con licencia.

Jacoba hacía lo mismo que los médicos oficiales: observaba al enfermo, le tomaba el pulso e inspeccionaba su orina. Y no era la única. A pesar de que estaba prohibida la práctica médica por personas que no hubieran pasado por la universidad y a las mujeres, la escasez de médicos (sobre todo en zonas rurales) hacía que personas con capacidades y conocimientos empíricos intentaran curar a los enfermos.

De hecho fueron precisamente las mujeres, quienes en el ámbito del hogar se dedicaban no sólo a mantener la casa sino también a cuidar de sus hijos y seres queridos enfermos, las que desarrollaron unos conocimientos valiosísimos sobre medicina; no solo en la Francia de Jacoba y en la Atenas de Agnodice, sino en prácticamente cualquier sociedad humana.

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Es mejor que una mujer sabia aprenda el arte de la medicina para visitar a las enfermas e indagar en los secretos de sus partes ocultas […] Una mujer se permitiría morir antes que revelar el secreto de sus enfermedades a un hombre”.- Jacoba Félicié

A pesar de todo ello, el hecho de que Jacoba cobrara por sus servicios y se hiciera famosa en su práctica profesional fueron posiblemente las principales razones que la llevaron hasta el tribunal universitario. Al final fue declarada culpable y fue amenazada de excomunión si continuaba practicando la medicina. Además de condenarla a no ejercer su profesión, tuvo que pagar una multa de 60 libras.

Después de esa terrible experiencia, debieron pasar muchos siglos para que las universidades europeas aceptaran a las mujeres en sus aulas con relativa normalidad, pero no por eso se terminó con la discriminación por causa de género en el ámbito biomédico.

Con información de Mujeres en la Historia (blog de Sandra Ferrer); Poder académico versus autoridad femenina: la Facultad de Medicina de París contra Jacoba Félicié (1322) (Montserrat Cabré I Pairet y Fernando Salmón Muñiz); A to Z of Women in Science and Math (Lisa Yount)

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