¡Son inocentes!. La PGR pidió perdón y reconoció la inocencia de Teresa, Jacinta y Alberta

Hoy fue un día histórico para el país, en particular para Jacinta Francisco, Teresa González y Alberta Alcántara, mujeres indígenas hñähñú cuyas vidas fueron arrebatadas en agosto de 2006.

Teresa iba llegando a su casa, Alberta y Jacinta estaban en su trabajo cuando fueron por ellas. Agentes las llevaron con engaños a la ciudad de Querétaro. Solo querían sus declaraciones, dijeron.

Cinco meses antes hubo un operativo de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), un cuerpo de élite creado en el gobierno de Vicente Fox para combatir el crimen organizado. Policías de la AFI buscaban decomisar piratería en el mercado de Santiago Mexquititlán, donde trabajaban las tres mujeres vendiendo agua, nieves y verduras.

Sin previo aviso las tres mujeres fueron presentadas ante los medios de comunicación acusadas del secuestro de seis policías de la AFI. Cuando Jacinta entró al penal todavía no entendía lo que estaba pasando, el español no era su primera lengua y no le fue asignado un traductor durante el proceso.
Cuando sus compañeras le explicaron en qué consistía el delito del que se le acusaba comenzó a sentir temor.

Teresa relató el día de hoy ante un auditorio lleno de activistas, medios de comunicación y autoridades como su familia sufrió por no tener medios para defenderla:

“La vida nos cambio por completo, no sabíamos lo que estaba pasando.
Quisiera darle un mensaje a mujeres víctima a como nosotras, que no se quedan calladas hasta que las autoridades las escuchen y la sociedad sepa la verdad (…) Pido que esto no vuelva a suceder, que no más personas vuelvan a ir a la cárcel por delitos que no cometieron”.

Las tres mujeres fueron sentenciadas a 21 años de prisión entre 2008 y 2009. Después de tres años la PGR desistió de las acusaciones en contra de Jacinta por no contar con pruebas suficientes en su contra, pero no reconoció su inocencia y fue liberada el 15 de septiembre de 2009. Teresa y Alberta tuvieron que esperar a que el caso fuera atraído por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), instancia que revocó la sentencia y las declaró inocentes. Su libertad fue obtenida hasta el 28 de abril de 2010.

Este 21 de febrero en la sale Jaime Torres Bodet del museo de Antropología en la Ciudad de México, el Procurador General de la República, Raúl Cervantes reconoció la inocencia de Jacinta, Teresa y Alberta, además de pedir perdón a nombre de la institución que representa por la injusticia cometida en su contra.

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Esta disculpa forma parte de una sentencia del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJFA), que ordenó la reparación del daño a las tres mujeres por la encarcelación de un delito que en primer lugar, jamás existió.

Tras escuchar el Himno Nacional entonado por niños y niñas en lengua hñähñú, Mario E. Patrón Sánchez, el director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, institución que acompañó el proceso de las tres mujeres para obtener su liberación y posteriormente la reparación del daño cometido contra ellas; agradeció a las mujeres por su persistente búsqueda de verdad.

“En un país donde el 98% de los delitos permanecen en la impunidad, en el de los más de 28 mil desaparecidos, donde las autoridades son las que agravian a los más vulnerables, ustedes son un símbolo de esperanza. Un breve, pero profundo alivio para quienes soñamos un mejor país”, dijo Patrón.

En el auditorio se encontraban representantes de organizaciones de la sociedad civil, mujeres de Atenco, padres y madres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, sobrevivientes de Tlaltaya, mujeres que luchan contra la tortura sexual, todos y todas ellas escucharon atentas los testimonios que intentaron callar durante más de una década y que hoy tuvieron eco, un eco que no sólo busca que la sociedad sepa la verdad, sino evitar que esta historia no vuelva a repetirse.
Aunque Teresa, Jacinta y Alberta reconocen que esta disculpa pública es una gran victoria, Jacinta apunta que no está contenta. Contenta estará cuando se acabe la injusticia, el día que se respeten los derechos de los indígenas, el día en que las cárceles dejen de estar llenas de inocentes.

Estela Hernández, hija de Jacinta, participó en el acto donde comenzó narrando la experiencia de la brutal realidad que tuvieron que enfrentar. Estela aprendió en el proceso a “sentir y saber que las víctimas nos necesitamos (…) nosotros asumimos el dolor, vencimos el miedo”.
Con un gran temple Estela recordó a compañeros de lucha caídos y enfatizó en que el miedo y la ignorancia no pueden estar por encima de la vida, que la lucha en este país debe de continuar “hasta que la dignidad se haga costumbre”.

Esta victoria no es de las instituciones, ni de los funcionarios, la victoria es de tres mujeres que por más de una década lucharon por la verdad y por la justicia a pesar de los peores pronósticos.

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