Trump, o cómo hackear el sistema.

Se dice que has “hackeado” algo cuando resuelves un problema de una manera fea.

Pero cuando haces algo tan inteligente que de alguna forma vences al sistema,

también se dice que lo has “hackeado”.

La palabra se usa con más frecuencia en el primer sentido que en el último,

probablemente porque las soluciones feas son más comunes que las brillantes.”

Paul Graham La Palabra Hacker

 

En el capitulo inicial de su libro The signal and the noise, el estadístico y escritor estadounidense Nate Silver lanza una advertencia: “La información es inútil sin contexto. Estamos en peligro cada vez que el crecimiento de la información sobrepasa nuestra capacidad de comprensión o nuestra habilidad para procesarla”, para luego desarrollar a lo largo del libro la idea de que con los modelos de predicción adecuados, moldeados con algoritmos potentes y alimentados con información de calidad seamos capaces de anticipar muchas de las catástrofes que nos aquejan: tornados, terremotos, epidemias, crisis financieras o, llegado el momento, el resultado de una elección presidencial.

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Habiendo predicho con éxito a los ganadores de las dos anteriores elecciones presidenciales en Estados Unidos (y cada uno de sus 50 estados), apoyado por un modelo probabilístico que se alimenta de encuestas seleccionadas, combinadas con indices económicos de los últimos 50 años, Silver y su metodología, alabada por muchos, habrían de fallar en esta ocasión. El triunfo de Trump, si bien lo menciona como una distante posibilidad en alguno de sus comentarios, no se veía reflejado en su refinado modelo: hasta el día previo a la elección este daba a Clinton más de un 70% de probabilidades de triunfo

Como nos recuerda en el libro, las catástrofes no son el resultado de un evento aislado, se construyen poco a poco con diferentes elementos y la función de los sistemas de medición es detectar estos fenómenos de manera oportuna para reducir el grado de incertidumbre y evitar la catástrofe. En este caso la catástrofe, que nadie anticipó, empezó a gestarse con la cobertura que los medios dieron a Trump.

Al parecer Trump vio algo que nadie más había visto: los medios de comunicación global son bastante fáciles de hackear. Bastó agregar un discurso radical a una figura publica para que los estúpidos y predecibles noticieros siguieran todos sus movimientos y le regalaran valiosa cobertura. La necesidad de estos por vender notas le regaló el equivalente a cerca de $2,000 millones de dólares en publicidad, superando en ocasiones en más de 10 a 1 el presupuesto que sus contrincantes asignaron a sus campañas publicitarias y llegando a un mercado al que nunca hubiera accedido con un discurso convencional.

Donald Trump contempló un dispositivo complejo y poderoso y decidió sacar partido de él. Mientras que sus adversarios acudían a grandes campañas de canvassing para recaudar fondos que les permitieran aparecer en televisión (en sus dos campañas Barack Obama logró reunir $1,700 millones de dólares) la exposición que consiguió Trump en los noticieros, tan sólo en las primarias, superó en valor a lo conseguido por Obama, y lo hizo acudiendo a algo más sencillo: un discurso de odio, desesperanza y reivindicación, sabedor de que los medios iban a estar ahí para reproducir en titulares y hora pico cada una de las declaraciones que hiciera. Se resistió incluso a montar campañas de recaudación. Y, hay que reconocerlo: eso fue una genialidad.

Pero como lo demostró el error de las encuestas, un modelo de predicción sólo es tan bueno como la calidad de la información que lo alimenta y si bien el modelo de Silver, como el de muchos otros, estaba preparado para separar la señal del ruido una variante que no consideró fue la del vacío. ¿Cómo lidias con la información que no está ahí? ¿Cómo lidias con el silencio, la indignación, el hambre, el odio y la pasión, que no se van a reflejar en una encuesta? Encuestas en las que había algo terriblemente mal desde el principio. Si hubiéramos puesto atención nos habríamos dado cuenta que no había forma de que Clinton ganara, que el descontento con el sistema y la pasión que generaba Trump era mayor a la simpatía que despertaba Clinton. Olvidamos el contexto y la información se volvió inútil. Guiados como lemmings al vacío por las encuestas, olvidamos que el individuo realmente molesto no te revela sus intenciones hasta el momento en que hace estallar la bomba o, en su defecto, vota por Trump, para el caso de México —y para el resto del mundo—, es lo mismo.

¿Qué sigue? Es difícil saberlo. Sólo podemos esperar que el Trump que se mostró como candidato sea muy diferente al Trump presidente.

Si la información es inútil sin contexto es igualmente inútil habitar ciertos contextos y no hacer uso de la información disponible. Los encargados de las políticas publicas harían mejor en actuar sobre estos de la manera más eficiente posible para procurar el beneficio de sus gobernados, pero no siempre es así, eso deja la puerta abierta a que demagogos como Trump se hagan con el poder. Si no actúas sobre la información a tu disposición, alguien más lo hará.

En tanto no se construya un modelo accesible que ponga al alcance de los individuos la información que los afecta y la mejor manera de actuar sobre ella seguirán surgiendo figuras como Trump. Afortunadamente la tecnología se dirige hacia allá, cuando llegue, seremos capaces de tomar decisiones más informadas con el mínimo de esfuerzo. Y será un mundo mejor al que tenemos hoy, por que como menciona Silver en el último capitulo de su libro: lo que no conoces te puede hacer daño.

Armando Álvarez

Tw/@nernix

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