Ragnar, Ned Stark y Francis Underwood

Estas líneas no tienen mayor pretensión que poner en blanco y negro charlas de café, de pasillo y de calle que he tenido con algunos amigos sobre estas series y algunas otras ideas que me flotan en la mente, que con gusto escribiré.

Vikings, a diferencia de Game of Thrones y House of Cards, es una serie aparentemente sencilla, con una historia aparentemente sencilla y con personajes aparentemente sencillos y ahí radica su poder: en su sencillez, en su falta de pretensión que se alimenta de la raíz de la naturaleza humana, de la génesis de la sociedad, de aquello que algún día nos empujó a construir comunidades.

Ragnar es un rey que no quería ser rey, un vikingo poderoso que no quería poder y un líder que ejerce su influencia de manera ejemplar, sin pretensiones, sin protocolos, sin banalidades; lo que lo mueve es el ansia por conocer, por descubrir, por ir más allá, por ver lo que otros no habían imaginado, lo que otros no habían visto. Lo que lo mueve es algo divino que marca su destino y sus destinos; lo que lo protege es su instinto sigiloso, que le permite merodear en su casa, en sus fiestas, en el territorio de otros y en la guerra. Ragnar traspasa el cuerpo y la mente del otro, eso le permite preveer, planear y reaccionar como un felino. Ragnar es un buen hombre que siempre pone el ejemplo, que siempre está en la línea de batalla, que nunca traicionaría a ninguno de sus hombres y por eso no se traiciona a sí mismo. El éxito de su vida radica en su desdén por el poder —“El poder siempre es peligroso. Atrae al peor y al mejor lo corrompe”, dijo en algún capítulo— y en la suma que vuelve implacable a cualquier equipo: la fuerza sobrenatural y el buen corazón de su hermano Rollo; las artes y el conocimiento técnico y “científico” de Floki; la astucia, la inteligencia aguda y preventiva de Ragnar, el phrónimos.


 

Game of Thrones es una serie de capas y capas, de planos y planos que la hace aparentemente compleja, impredecible y vertiginosa. Lo que más me gusta de la serie es que a través de rastros, elementos y referencias, lograron mezclar en un solo tiempo, en un mismo plano, prácticamente todos los mitos, los dioses, las religiones, las culturas y las épocas de la historia reciente de la humanidad, y eso, es una genialidad.

game-of-thrones-stark-swordjpg-512a8276ca6fb7c4Ned Stark es un rey bueno, un hombre honorable y de principios, y curiosamente es el principio y el final de la saga, el espíritu transversal de la historia y eso contraviene las dos premisas que he escuchado una y otra vez sobre la serie y que para ser sincero también compartía: 1) En Game of Thrones ningún personaje por importante que sea es imprescindible y b) Game of Thrones representa la lucha encarnizada por el poder, despiadada, brutal, sin principios, deja ver lo peor del hombre, de la humanidad.

Sin duda alguna eso se ve y se siente cuando se ven volar las cabezas, cuando las traiciones no paran, cuando la lucha por el trono mueve a todos los reinos y a todos o casi todos los personajes. Pero hay algo que no se ve con tanta facilidad, algo que no se percibe entre tanta sangre, algo que no nos permite ver la trama que está presente en los momentos claves de la serie: el espíritu de Ned Stark, que es la fuerza motora de la serie, la trama indestructible que habita de alguna u otro forma en la mente de los personajes claves que aparecen y desaparecen; por eso creo que, aunque aparentemente en Game of Thrones ningún personaje es imprescindible, no hay Game of Thrones sin Ned Stark.


 

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House of Cards es una serie de la que todos hablan y pocos entienden, y no podría ser de otra manera, expongo un par de razones: 1) Los que podrían entenderla a profundidad son los políticos, por desgracia, los políticos mexicanos son ignorantes, incultos, soberbios, limitados y chiquitos, su conocimiento general y político es tan básico que ven en la serie lo que quieren ver y entienden lo que pueden entender, es decir, muy poco; la serie suele reafirmar sus creencias sobre la política y su desquehacer político; 2) Para el ciudadano común es una ventana al ejercicio del poder, a la toma de decisiones, al detrás de cámaras de la política, es la posibilidad de conocer el verdadero rostro de los políticos y de la forma como estos toman las decisiones que nos afectan a todos. House of Cards es una serie interesante para el ciudadano, pero éste no está obligado a ver entre líneas, a entender las jugadas de tres bandas, a interiorizar, desmenuzar y comprender todo eso que se ve sin dejarse ver con claridad.

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Francis Underwood se describe de pies a cabeza con la siguiente frase, que además es una sinopsis clara y contundente de la serie: “Qué desperdicio de talento. Él eligió el dinero en vez del poder, un error que en este pueblo casi todos cometen. Dinero es la gran mansión en Sarasota, que empieza a caerse a pedazos luego de diez años. Poder es el viejo edificio de roca que resiste por siglos. No puedo respetar a alguien que no entienda la diferencia”. A Francis no lo mueve el dinero, de hecho las pocas veces que nos dejan ver la intimidad de su hogar, de sus gustos y aficiones, son siempre sencillos, moderados. Al señor Underwood lo mueve el poder y en ese terreno es igual de sencillo, básico, moderado e intuitivo y ahí radica su complejidad; el instinto es la antítesis de la domesticación social que nos pone límites éticos y morales que Francis conoce y desprecia, límites que reconoce en el otro y por eso los acecha, los arrincona y los caza; Francis los mata, los deja medio vivos o mal heridos; si alguien vive es porque es necesario en el siguiente paso, si alguien muere es que obstruía el plan. Así se mueve Francis Underwood en la Casa Blanca, con una compleja sencillez, con un instinto implacable y con un conocimiento pleno de las creencias y los límites morales y éticos de la sociedad norteamericana y de la clase política de su país, límites que él violenta cada vez que lo considera necesario. Finalmente un político no es nada sin equipo y Francis tiene el que necesita: por una lado, su esposa Claire que ha aprendido todo de él, pero que como suele suceder, superó al maestro: es más fría, más calculadora y más inteligente que Francis, con ella piensa y opera cada una de las decisiones; por otro lado Douglas, el operador eficaz, implacable, el que le debe todo a Francis, el que no tiene vida más allá de los Underwood, el que no traicionaría a su jefe ni por equivocación, el que conoce todas las cañerías de los Underwood y de la Casa Blanca.

Decidí escribir sobre estos tres personajes porque están presentes en mi vida cotidiana, por mi profesión y a través de mis amigos. Porque me parecen curiosas las reflexiones simplonas que se hacen sobre Francis Underwood; porque me emocioné cuando llegó a mi mente la idea de que Ned Stark latía con potencia en los momentos claves de Game of Thrones. Porque Ragnar es un líder fuera de la común, distinto al estereotipo de rey o político occidental, y quizá porque él me lleva a recordar a uno de mis personajes preferidos de la historia de la humanidad: Espartaco.

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Rafael Valenzuela Cardona, doctor en filosofía, estratega político, de comunicación y experto en nada.

Tw/ @metis12

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