Ética y humanismo en la política

En la segunda década del siglo XXI donde la evidencia cotidiana muestra un aumento global de problemas, crimen, crisis de expectativas, incredulidad hacia las autoridades así como escepticismo y. desencanto hacia la democracia, habría de replantearse el papel de la política y las aspiraciones que habrían de perseguir quienes se dedican a esta profesión. La política en sí misma es la invención de lo posible y de la posibilidad de lograr concretar proyectos en el tiempo, es la capacidad de lograr acuerdos y también es el arte del disenso. La política es necesariamente pluralidad y en democracia es diversidad, en ello radica su  potencialidad crítica y el enriquecimiento de la acción colectiva. La política en democracia es el espacio donde las personas se encuentran para darse una ley, un orden, un cuerpo de instituciones y una forma de existencia en civilidad, es elegir cómo se quiere vivir.

En este sentido y considerando a George Steiner que entre otras cosas escribió un ensayo titulado La Idea de Europa, propone que hay que cultivar el pensamiento humanista, que no es otra cosa sino el estudio de la historia, la poesía, la retórica, la gramática. Es decir, conocimientos sobre lo humano, pueS desde su perspectiva existe una relación intrínseca entre el lenguaje y la política, entre la cultura y la sociedad. Este conocimiento permite tener la capacidad de entendimiento sobre lo que acontece, por ello es indispensable hacer una reflexión filosófico-cultural.

La reflexión de la actividad política debe pasar por el análisis e investigación histórica y filosófica, dejar de vivir de la política y empezar a vivir para la política ocupando los términos señalados hace más de un siglo por Max Weber. La primera de esta forma de vivir es oportunista, busca el bien personal o de su grupo cercano, las decisiones son de corto plazo; por su parte, aquellos que viven para la política son personas que tienen en mente el beneficio de la comunidad en su conjunto sus decisiones no están por lo tanto inspiradas en buscar una mejoría personal, sino que son proyectos a largo plazo y de largo aliento. Para tener un impacto y cambio de la percepción ciudadana que desconfía de las instituciones políticas, se requiere un cambio en la formación misma del político y por lo tanto de su proceder.

En México los números muestran, al recuperar los datos que otorga Consulta Mitofsky que senadores, diputados y partidos políticos tienen los porcentajes más bajos de confianza; por su parte si toman en cuenta los números de Parametría los resultados son similares. En otros términos el reto radica en dignificar el trabajo del político, y si se toma en cuenta lo explicado por Steiner sólo es a partir de la labor y el trabajo humanístico tanto en quienes ejercen esta responsabilidad social como en el orden ciudadano. Re-significar la política implica trascender la política de la coyuntura, del acuerdo efímero, de los programas oportunistas, es decir, significa introducir la ética en el hacer de la política y en los parámetros de entendimiento social del mundo de lo político.

Bajo estas convicciones es que desde la acción política podrían establecerse programas y proyectos benéficos de largo alcance, mejorar las condiciones de vida en la ciudadanía, y a su vez permitiría una distribución justa de los bienes entre los ciudadanos, así como garantizar su libertad e igualdad; en suma, podría edificarse un Estado de libertades guiado por valores comunes cuyo compromiso eje es la persona humana, entendiendo al Estado en su dimensión pluralista y cada vez más compleja.

Si el quehacer político no cambia su manera de proceder si no voltea al Humanismo y al cultivo de las ideas, retomando una vez más a Steiner, entonces se abrirán mayores espacios para la violencia y la autodestrucción. Es necesario no desdeñar la posibilidad de respetar y enaltecer la labor política y la ética que debe subsistir en su ejercicio.

Los viejos moldes que señalan que la política es el reino del cálculo y de la mayor acumulación de poder en el menor tiempo posible, deben ser substituidos desde vocaciones éticas cuyo compromiso sea la persona en comunidad en acción plural
y colectiva. La ética en política es congruencia entre un pensar, un decir y un hacer, de otro modo, sólo estaría reproduciéndose la política del pragmatismo en el mejor de los casos y por otro su sistemática erosión, lo cual marca peligros mayores para la libertades democráticas.

La política es un patrimonio público, necesariamente social, donde las personas pueden encontrarse para expresar sus necesidades y demandas y también para contribuir a resolverlas a través del trabajo con las instituciones del Estado, por  ello, la política en democracia es siempre difícil, porque se trata de lograr acciones con el mayor grado libertades y de participación posible, bajo acuerdos básicos en que la desigualdad de derechos sólo es admisible si esta desigualdad se construye para beneficiar a los menos aventajados, a los vulnerables y a quienes han sido víctimas de violaciones a sus derechos por el Estado o por particulares.

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La política en democracia implica un código de ética, no se trata aquí de una deontología de la profesión sino de principios básicos sobre la concepción de las libertades y la justicia social así como sobre la justicia del derecho, se trata de garantizar un piso básico de derechos para todos, evitar que los unos seaprovechen de las desventajas de las mayorías y en establecer límites racionales a la acción del Estado y de los privados.

La corrupción podría ser sistémica empero las personas no son sistemas y por tanto guían su conducta a la luz de conciencia, en esos términos, la corrupción es siempre una decisión personal o bien colectiva –de dos o más-, por tanto la formación política en valores comunes, si se quiere, bajo los parámetros de un conciencia posible implica la educación, la cultura y la responsabilidad de cada persona frente a sus decisiones, implica asumir el desafío de considerar que son los valores formativos de las personas en comunidad el fundamento para evitar y perseguir la corrupción, y en evidencia, ello demanda un aparato institucional sólido, independiente e imparcial que establezca sanciones con eficacia y que sobre todo sea capaz de reparar los daños públicos.

Una sociedad secuestrada por sus élites políticas y económicas conduce a la disolución de la democracia, a fracturar el pacto social, y abre compuertas para el autoritarismo y el populismo; la democracia no es la simple elección entre élites cada tres o cada seis años, ni el establecimiento artificial de islas institucionales privilegiadas, menos aún la política puede seguir siendo en México la contienda por el mayor número de spots, la mejor frase hueca y el mayor número de recursos. Tampoco se trata de apostar a una realidad inexistente, a la ingenuidad y al optimismo voluntarista, se trata de considerar que una política fundada en el pragmatismo extremo si es ingenuidad, que una política de élites es apostar una sociedad que no existe, y que el optimismo voluntarista termina por vaciar de legitimidad al orden político.

La invención de la política es un acto humano que está en el centro de toda civilización posible, y en el tiempo y en la historia la única forma de gobierno que ha mostrado en los hechos disponer de las capacidades para vincular mayores libertades con desarrollo social es la democracia; por tanto el daño a nuestra política en democracia debe entenderse como un daño a nuestro proyecto civilizatorio. De ahí la importancia de reconstruir la política en democracia desde la comunidad, el pueblo, el barrio y la colonia, como también el reto de re-significarla desde la empresa, el mercado, las instituciones públicas y la educación.

Es tiempo para cada partido político, organización intermedia, organización social, sindicato, empresa, y medio de comunicación de emprender una reflexión mayor sobre las limitaciones y agotamiento que muestra el actual modo de construir la  política en México, de ponderar las limitaciones reales que ya muestra la forma de trabajar en el sistema político mexicano, de asumir la lumpenización de la política de asola la toma de decisiones en lo local, lo estatal y lo nacional, y de afrontar la carencia de una visión de largo plazo fundada en acuerdos racionales sobre el desarrollo social y humano, pero sobre todo es necesario recuperar una visión ética del ejercicio de la política que sea capaz de abrir los escenarios y enriquecer el contenido del mundo de lo político en democracia.

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