Like a Bob Dylan

Juan Villoro escribió en uno de los tantos libros que apilo en el cuarto:

“El sistema de referencias de la literatura es como el del fútbol, está tan codificado e involucra de manera tan eficaz a las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia y su propia comedia”.

El Premio Nobel de Literatura de este año tiene su propia épica, su propia tragedia —saludos Murakami, un año más de vida y uno menos en el calendario para ganarlo— y sí, lo más improbable, su propia comedia.

Robert Allen Zimmerman en su disfraz folk de Bob Dylan ganó en noches pasadas el premio que otorgan los suecos “por revolucionar a la letras”. Puntos, comas y reflexiones, más o menos eso es este año.

Las reglas cambiaron. El estadounidense criado en Duluth presume, entre aguas de crítica y envidia, un Nobel por escribir, componer, cantar y protestar socialmente en un tiempo-espacio reservado para unos cuantos. Un tiempo-espacio para él. Lo tiene desde hace unos días en casa, en la repisa de centro, justo encima del calor de la chimenea.

Bob Dylan es ahora un literato de estrofas, ganó el Nobel de Literatura por escribir para cantar.

Es cierto que pudo ganarlo en los sesenta y también los ochenta, pero no, lo ganó justo ahora, cuando el mundo tiende a inclinarse del lado contrario a lo tradicional, a lo sensato, a todo lo que nunca fue. El drama resulta chistoso, porque Dylan no será nunca Vargas Llosa, ni Saramago, ni García Márquez, Müller o Modiano, pero no necesita serlo; él tiene su propio encanto, su sombrero, su armónica y sus letras. A las Américas y al mundo le sienta bien un Nobel así. Anti tradicional. Mundano. Irreverente.

El Premio Nobel, su magia y el jurado cumplieron. Ayudaron al mundo a descubrir que hay algo más allá de los poderes mágicos de J.K. Rowling, los dragones de R.R. Martin y la chica del tren de Hawkins.

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Bob Dylan es ahora un literato de estrofas, ganó el Nobel de Literatura por escribir para cantar. Hoy los Nobel se convirtieron en los Grammys de la literatura. Así es el mundo. Aplausos al atrevimiento.  

Quizás el autor de la mejor canción de todos los tiempos no quiera ser más un Rolling Stone. Quizás de ahora en adelante podremos decir “Like a Bob Dylan”.

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Jonathan García, Licenciado en Diseño para la Comunicación Gráfica por la Universidad de Guadalajara y cronista deportivo.

Tw/ @jonamuymalo

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