Cherán: La libertad es un bosque ardiendo con rostro de mujer

Caminata por las fogatas del pueblo autónomo Cherán K'eri

La madrugada de este sábado el fuego de Cherán ilumina las calles, abriga y prepara el alimento que habrá ser la continuación de la celebración por su quinto aniversario de autonomía. El fuego también es una fuerza noble que unifica a todo un pueblo en resistencia, los habita por dentro y los vuelve cálidos con los suyos (que hoy somos nosotros) e implacables con aquellos que buscan destruirles.

Son las mujeres las más abiertas a platicar sobre su experiencia, están profundamente orgullosas de su impacto en el levantamiento y no es para menos. Acá en Cherán han logrado lo imposible, no solo controlaron al crimen organizado, también expulsaron a los partidos políticos y toda su estructura de división y control.

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Lo hacen siempre con una sonrisa, alargando sus manos, arrimando una silla y ofreciendo un plato de alimento. Apenas hemos recorrido cuatro fogatas y las historias se entremezclan con las delicias que salen de las cazuelas. Atole, pozole, buñuelos, café, tortillas hechas a mano; sustancias con las que se mide una abundancia muy otra, una riqueza vivencial tan ausente en nuestras atomizadas ciudades.

Las risas toman una pausa cuando de vez en vez se recuerda a los caídos. Después de iniciada la defensa de la tierra, en el 2011, varios fueron emboscados en la periferia del pueblo, ya cuando las calles ardían como hoy. En ese entonces el fuego era distinto, la solidaridad y el encuentro hermanado resolvían un poco la incertidumbre que se vivía.

Tenían a toda la estructura del poder institucional acosando la resistencia. El narcoestado es una bestia, que como todas las bestias, muestra su peor cara cuando se siente acorralada. Según nos cuenta Doña María cuando decidieron iniciar el movimiento, habían bloqueado las salidas del pueblo y conseguir víveres era una misión casi mortal. Pero la sabiduría es mucha cuando el vínculo con la tierra que pisas no se rompe.

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No solo encontraron la forma de burlarlos, sino que entre todos se apoyaron y compartieron lo poco que tenían, poco que junto era mucho y que permitió sostener la lucha. El apoyo mutuo, entre los lugareños y otros movimientos organizados, sostuvo a los cheranenses en los momentos más duros de la batalla.

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La de Cherán es una historia compleja y difícilmente puede entenderse en un par de días, pero esos días son suficientes para resignificarlo todo. No es sólo lo que se sabe o lo que se escucha; en ésta región los colores, los sabores, las niñas y los niños que invaden la plaza, los bosques que parecen respirar y las estrellas que alumbran nuestro pasos, se quedan grabadas con esa misma sustancia ardiente en nuestras mentes y sobre todo en nuestros corazones.

De entre todas las historias que nos cuentan, una en particular llama la atención. Al inicio de la revuelta, cuando las mujeres eran mayoría en las calles y para provocar a los hombres que supuestamente se escondían por miedo, los integrantes del crimen organizado irrumpían en el territorio y vestían a los árboles con ropa de mujer. Una pretendida guerra psicológica de lógica patriarcal que también perdieron, sin notar que al vestir de mujer un árbol sumaban las dos potencias que sostienen todo.

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Y es que me va quedando claro que la guerra en Cherán se gana desde esas tres fuerzas unificadas; el fuego, el bosque y la mujer. Ellas saben hablar desde lo más importante, desde lo emotivo. Se preguntan de dónde han surgido sus fuerzas y de inmediato explican entusiasmadas que la suya es una fuerza de origen divino.

Hablan de ese Dios con tanto amor activo, del sacrificio de su hijo y de su misericordia (una que vemos tan ausente en muchas partes de esta misma región). Un Dios al que ayer, mientras salía el sol, cantaban en purépecha frente a la Iglesia donde se organizaron hace cinco años. Un ritual estremecedor que merece su tiempo en éste y otros espacios.

Para mí, un ateo escéptico, este es el punto en el que se diluyen las certezas… ¿Y es que cómo negar esa sabiduría mística, si después de todo su fe las fortalece y su fuerza es nuestra fe?

Texto de O’tan Huerta

 

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