Clifford Brown empapado de cuerdas

Es enero de 1955 en la ciudad de Nueva York, el romántico Clifford Brown está completamente empapado de cuerdas o mejor dicho, de una orquesta de cuerdas que pertenecía al show de Perry Como. Junto con Max Roach en la batería, Richie Powell en el piano, George Morrow en el bajo y Barry Galbraith en la guitarra. Clifford Brown logra que el hardbop y bebop salgan de las grabaciones, originalmente producidas por Bob Shad, y embrujen al oyente, lo empapen de jazz.

Los suaves cambios de la trompeta de Brown nos elevan a una nueva categoría de apreciación, en donde las cosas ya no se rigen por la razón, ni por una construcción lógica. El acompañamiento de los instrumentos por otro lado permite que la orquesta improvise, parece que estuvieran buscando un nuevo sonido, un sentimiento profundo dentro de otros tantos sentimientos. Y es que el increíble beat de Max Roach tumba todos los estatutos clásicos, el quinteto nunca pierde de vista el compás de esa búsqueda que realiza Clifford Brown en  cada pieza musical, no hay duda que la herencia de Fats Navarro se transforma aquí, en un viaje absoluto e incesante por acariciar ese paraíso perduto, esa mujer de ojos gigantes, ese sueño, ese jazz. Somos una completa y absoluta alucinación, somos una nota que se escapa junto con otras notas. Somos Clifford Brown nadando en cuerdas, mostrándonos que por amor ha perdido la cordura, por ese terrible y absoluto momento en donde no importa bien a donde nos dirigimos, importa que estemos ahí, empapándonos de cuerdas. Brown nos dice como si fuera un científico loco, cuáles son las condiciones de la música, de qué manera surge, cómo era antes y cómo es después. No hay límites en esta interpretación, no hay barreras, las cuerdas caen a un mismo tiempo. Birdland es ese lugar mítico que está presente en cada una de las piezas musicales y vive en nosotros cuando los escuchamos, tal y como viven  los mitos de Tír na hÓige y de Innisfree.

 

Clifford Brown es un tremendo búfalo del tiempo de las praderas, su música despierta porque moja. El buen jazz siempre empapa.     

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